miércoles, 18 de diciembre de 2013

El lenguaje de las cosas



El lenguaje de las cosas

     Me gusta escuchar el murmullo del agua en el cauce y el repiqueteo de la lluvia, desde cuando era muchacho me ha gustado el rugido de los aviones y el tañido o repique de las campanas; y sé que mientras nos lata o palpite el corazón, tenemos vida para alegrarnos; y cuando tengo frío los dientes me castañetean o rechinan, y cuando me toca cocinar, me entretengo escuchando el murmullo del fuego, y ahora recuerdo que de muchacho me asustaba en las noches el golpear de las hojas contra el suelo, me parecían pasos de alguien que se acercaba, para hacerme daño, y me arropaba y me quedaba quietecito, que ni siquiera me chasqueara la lengua…
     Y cuando fui por primera al mar, me impresionó su inmensidad y su rugir de olas, y me metí y salí de inmediato escupiendo y diciendo que el agua era muy salada, y mi papá y demás parientes y amigos se reían con ganas…
     Y aquí en el llano, desde cuando vivíamos a orillas del río Apure en El Picacho y luego cuando nos mudamos frente al río Guárico en Calabozo, nunca he sentido miedo ante los estallidos o rugidos de los truenos, recuerdo la vez cuando estábamos jugando baloncesto en la cancha del liceo Humboldt, y comenzó a llover y retumbaban los truenos, y seguimos bajo ese largo aguacero entre tantos relámpagos…
     Mi papá trabajaba carpintería con su serrucho riqui riqui riquirrá, y al frente en el río silbaban las toninas, y cuando dejaba su labor, tocaba el arpa y yo redoblaba mi tambor, y el río sonaba suave murmullo o rugía con las fuertes crecidas; también íbamos a las retretas y me gustaba sobre todo el sonar de las trompetas…
     Mi papá también me hacía los trompos, salía conmigo a buscar la madera más zumbadora, y una vez nos cayó tremendo aguacero, nos guarecimos bajo unas matas, y el viento soplaba y silbaba, y como si se lamentara, pero más me lamentaba yo, por el frío que sentía en ese paraje en aquel momento…



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