Palabras y algunas cosas de mi papá
A mí me criaron Tomás Morillo y María
Catalina de Morillo, mis abuelos maternos… Cuando yo era muchacho como hasta
los doce años, anduve junto a mi abuelo, a quien yo le decía papá, caminábamos
y hasta mis ocho años también anduvimos en canoa, agua arriba y agua abajo por
el Apure… Cuando caminábamos hacia el Tamarindo, pasábamos por una heladería,
entrábamos y él pedía unos posicles –así le él decía a los helados-, yo pedía una
barquilla de chocolate y mantecado, porque eran y siguen siendo mis sabores
preferidos… Cada mañana salíamos de nuestra casa en El Picacho, a orillas del
Apure, para ir a comprar el pregonero –así le decía al periódico-… Cuando
andábamos en la canoa, él canaleteaba y yo palanqueaba… Y cuando miraba un
vendedor de helados raspados –a los que allá en San Fernando le decían
comodoro-, y él pedía dos comodoros de colita, porque a nosotros nos gustaba el
de colita, y también el de tamarindo… Como yo era el muchacho de la casa, él me
decía mi bordón, para significar que yo era el pequeño y el consentido… Siempre
andaba con la idea de ir a tumbar una roza, que consiste en limpiar un pedazo
de tierra, prepararlo y sembrar maíz, frijol y caraota, él me llevó a tumbar
una, limpió varias tareas con machete, pero después no volvimos más… En algún
momento tuvo un trapiche, y siempre me contaba de esas faenas, y soñaba con volver
a tener otro… Él también tocaba arpa, en mis tiempos de muchacho yo no le
prestaba mucha atención, pero ahora disfruto escuchar música de arpa, y me
acuerdo de mi papá…Allá en El Picacho lo miré matando tortugas en el patio de
la casa, trabajando carpintería y labores de ribera, para hacer y reparar
canoas, bongos o chalanas, frente a la casa, desde el barranco pescaba con
anzuelo, y mientras tanto yo me distraía mirando el surgir y zambullir de las
toninas, mi papá me decía que las toninas tenían tetas como las de una mujer, y
que también lloraban, eso no lo sé, lo que sí sé es que todavía cuando voy a
Apure, me gusta esperar el surgir y zambullir de las toninas, y cuando eso
sucede me acuerdo de mis tiempos de muchacho, pero sin nostalgia, y disfruto
ese momento para guardarlo en el cofre de mis instantes más gratos… En tiempos
de Semana Santa me invitaba para que fuéramos al monte, y ahí buscaba el árbol
de buena madera zumbadora, para con ella hacerme los trompos, él me enseñó a
bailarlos y a agarrarlos bailando en la mano…
No hay comentarios:
Publicar un comentario