Airene
Airene, hija, permaneces en
mi recuerdo…
También sé que vives en el
alma de tu mamá María…
Para mí estás en el color de
las flores,
y en el vuelo matutino y
vespertino de las aves…
Te encuentro en la sonrisa
de los niños,
en el candor de Fabio,
y en la luna de magia y
silencios…
No supe tenerte en tu breve tiempo
con nosotros,
y ahora cualquier momento tiene para mí singular
sinsabor…
Sigo con mi vida… Callo,
observo, y busco comprender…
Me acepto en mi fe,
creo en Dios que perdona,
y amo, sonrío, sufro, canto
y sueño…
También tengo mis
nostalgias,
y la dulzura de mis
alegrías…
Me estoy entre plantas y
flores,
recibo algunos frutos, los huelo, los
saboreo…
Me gusta la miel de los
mangos,
el ácido de las naranjas y
el amargo de los nonis,
y también me gusta el
picante de los ajíes
y el fruncioso de los mereyes…
Creo en la paz y en los
milagros,
tengo fe en el amor de
hombres y mujeres de buena voluntad…
Confío en la vida, en la
amistad, en mis hijos, y en los niños…
Dios quiera y los adultos
sintiéramos como niños,
y tendríamos un mundo de
nubes y cotufas,
y estaríamos en un tobogán
de risas y sonrisas…
Así permaneces, Airene,
en la noche de Reyes,
en la Navidad de los ángeles,
en la fragancia de las
flores y de los capullos,
en el
silabeo de los arroyos y de los arrullos,
y
también estás, Airene, en el alma de tu mamá María:
en
sus palabras, en su regazo, y en sus silencios…
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