domingo, 6 de marzo de 2016

La superheroína

La superheroína

       La superheroína se levanta muy temprano, pues tiene que preparar el desayuno. Sin apenas tener tiempo de asearse, hace el café, las arepas, pone ropa a lavar. Luego despierta a los muchachos (a veces tiene que hacerlo repetidamente), está encima de ellos para que se cepillen los dientes, se vistan (a veces los viste ella) o se amarren los zapatos. La superheroína prepara loncheras, acomoda la ropa antes de que salgan los muchachos, les echa un último vistazo para que estén bien peinados y arregladitos. A veces tiene que llevarlos al colegio o liceo y tiene que hacerlo rápido y bien para no llegar tarde a su propio trabajo.
       Durante el día, la superheroína está pendiente de sus chamos vía celular. Ruega a Dios porque no se lo roben, ya que es la única forma de estar comunicada con ellos y poder protegerlos de tanto malandro que anda suelto.
       La superheroína sabe que, para hacer mercado, le esperan varias horas de cola. Pero no se amilana porque ella es luchadora y nadie podrá derrotarla cuando se trata de asegurar el alimento de los suyos. Hace la cola, negocia, pregunta, interroga, reclama airadamente sus derechos. Como una leona protegiendo a sus cachorros, ella hará lo posible porque en la mesa de su casa no falte la arepa, ni la leche ni el aceite ni el jabón. Tiene que pedir permiso para hacer las colas; las horas perdidas en ellas pueden costarle el puesto de trabajo, pero no puede llegar a casa con las manos vacías.
       La superheroína cuenta los churupos para llegar a fin de quincena. Pedrito necesita interiores; Carmencita, un bluyín; Pablito, un libro para el colegio; Anita, cuadernos y creyones. Todo está carísimo, el dinero no le alcanza y a veces se echa a llorar en el baño para que nadie la vea. Ya no se pregunta cómo llegará a fin de mes, sino cómo llegará a fin de semana, si el dinero alcanzará mañana. Ve su rostro en el espejo: las primeras canas, las primeras arrugas que ningún maquillaje puede cubrir. Se siente extraña, no sabe si es ella quien aparece reflejada.
       La superheroína, antes de desarrollar superpoderes, fue una mujer joven, feliz, dicharachera, que tenía tiempo para divertirse, para salir, para estudiar, para amar. Pero ahora no solo no tiene tiempo, sino que el país no es el mismo. Para reunirse con unas amigas a tomar café y a hablar tonterías, tiene que hacer malabarismos. Siempre está pendiente del reloj, de los hijos, del celular. Las reuniones con las amigas parecen competencias de chateo.
       Siempre más pendiente de los demás que de ella misma, se le pasa la vida sin poder disfrutarla. La superheroína se sirve de última y es capaz de  quitarse la comida de la boca para dársela a sus pequeños. Ella es la primera en levantarse y la última en acostarse. Cuando ya todos están durmiendo, ella sigue trabajando: sumando las cuentas por pagar, lavando ropa, planchando, cocinando u ordenando el reguero que los demás dejaron.
        A veces llega un hombre que la procura. Puede ser el padre de sus hijos o puede ser otro. Con suerte será un tipo decente, alguien que no llegue borracho a pegarle o maltratarla o a robarle el dinero que esconde en una caja.
       El cuerpo tiene sus urgencias. Le recuerda de vez en cuando que es un ser humano, no una supermujer, ya que el amor pasó a ser una ilusión de juventud, al menos queda la posibilidad de pasar algunas horas horas de entretenimiento.
       La superheroína nunca sale en los medios de comunicación, salvo cuando pierde sus superpoderes y es descubierta fatalmente mortal, no inmortal ni eterna como creían sus propios hijos, a quienes a partir de ese momento les cambiará la vida para siempre. Solo entonces su nombre despertará un interés momentáneo, hasta que la noticia forme parte del periódico de ayer. Apenas unos pocos allegados llorarán su ausencia. En vida nadie la ayudó, los que tenían la responsabilidad de protegerla se lavaron las manos o decidieron gastarse el dinero en su propio beneficio. ¿Qué haría este país sin tantas superheroínas anónimas que se toman cada día tan a pecho la ardua tarea de levantar a sus hijos sin ayuda de nadie?

Eloi Yagüe Jarque

jueves, 3 de marzo de 2016

Un lugar para la poesía


Un lugar para la poesía

        La Alcaldía del Municipio Francisco de Miranda mandó a imprimir y a publicar la antología Vegueros, Poetas de Calabozo, en los talleres de Industria Gráfica Integral, C. A., en Maracay, a los dieciocho días del mes de julio de 2004; y las páginas iniciales 5, 6 son escritas por el Cronista vitalicio de la Villa de Todos los Santos, José Antonio Silva Agudelo,  cuerpo terrestre con alma celeste, según imagen escrita en una de las páginas del libro El retorno de Ulises del poeta caraqueño Faisal Zeidán; y el nombre que le da José Antonio a esas líneas como forma de prólogo a Vegueros es

Un lugar para la poesía

       Calabozo es tierra de poetas. Desde el nacimiento de su esplendor, con el solo decir de  Lucas Guillermo Castillo Lara, ya estaba anunciado que la antigua villa sería lugar para la síntesis de la belleza a través de las palabras: Venía la noche y nacían las estrellas. Venía el alba y todo era Sol. Peros todos se preparaban para una mañana. Alba y noche. Estrella y Sol. El polvo era igual en las pisadas, como era igual el cansancio  de los cuerpos derrumbados.
       En esa lúcida y poética imagen, el cronista resume las fuerzas que los hombres de otrora le entregaron a Calabozo, continuada en los que navegaron entre las palabras y sus reflejos, presentes en esta antología.
       El misterio de su nombre, la presencia plural del santoral y el carácter humanístico de sus pioneros, trajeron estas savias verbales. Mucho antes, con la mirada puesta en el ocaso, algún hombre abrió la boca para pronunciar el asombro, pero luego, como para dejar sentada la felicidad de aquél, vinieron los poetas a decir del paisaje, de los accidentes geográficos, de la flora y la fauna, del hombre y sus asuntos campesinos.
      La presencia de una sociedad culta, de una burguesía de la tierra y del poder de la Iglesia, así como de una universidad en los comienzos de su consolidación como ciudad, le dieron a Calabozo el nombre de sitio de la poesía.
       No en vano el poeta mayor de la Venezuela rural, Francisco Lazo Martí, sigue siendo referencia en antologías y en estudios académicos para entender el significado de la tierra y sus hombres, de su intimidad al referirse al sentido poético de su nacimiento.
       Luego, a una distancia no muy considerable, Luis Barrios Cruz hunde su voz en el nativismo que le dio resonancias nacionales. La infancia de su palabra fue la infancia en su memoria. Su amor a la tierra que lo vio nacer quedó impresa en toda su obra poética.
       Ángel Bernardo Viso, apegado también al friso de su experiencia como viajero, hizo de su trabajo poético asunto de honor, en el que Calabozo, pequeños detalles de su nacimiento y tránsito, desvelaron a quien hoy es un sólido nombre en la creación verbal.
       Más universal, atado a la mirada de sus diferentes lecturas, Alfredo Coronil Hartmann escribió una poesía donde el mundo se traslada de un lugar a otro, pero también refiere su tiempo llanero, sus andanzas de niño por las calles de la ciudad colonial.
       Una mirada totalmente diferente del llano tuvo Efraín Hurtado, quien rompió con la metáfora de la tradición. Hizo una obra desde su sufrimiento personal, desde la condena de un cuerpo enfermo, pero también hizo de su lar nativo una fugacidad en las imágenes, en la fuerza íntima de su apego con la mirada de quien sabe que la poesía se mueve con el tiempo.
       Alberto Hernández es una voz de múltiples recursos. Una poesía universal, cosmopolita, lo avienta hacia el lugar de origen. Sin escatimar riesgos y esfuerzos, este poeta ha abordado la creación como una hermosa aventura donde la palabra es un festejo, un estado anímico donde no falta la experiencia vivida y por vivir.
       La última de esta lista antológica, Mercedes Ascanio, tiene como referente el lugar más cercano de la infancia, la casa, el lugar en el que la madre sigue siendo una presencia inevitable más allá de la muerte. Su morada de la calle 3 es imagen obligatoria en su naciente trabajo poético.
       Calabozo los recoge a todos como hijos inquebrantables de su memoria. La poesía sigue siendo en nuestra Villa de Todos los Santos un ejercicio amoroso próximo a lo que somos los que aquí vivimos…

       

domingo, 28 de febrero de 2016

Maestro de maestros, Simón Rodríguez


Maestro de maestros, Simón Rodríguez

       Al Maestro de maestros, Simón Rodríguez, su obra con su ideario hasta ahora ni siquiera se ha divulgado de manera impresa, para que le llegue a todos los venezolanos… En las líneas siguientes nos vamos a dar cuenta de que él pensó en el amplilo escenario latinoamericano, y así en uno de sus escritos leemos Si los americanos quieren que la revolución política que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres, y diariamente notarán mejoras que nunca conseguirán por las ciudades…; y en cuanto a la Escuela esto nos refiere

                                  En las Repúblicas
      la Escuela debe ser política también, pero sin pretextos
                                      ni disfraces.
      En la sana política no entran mañas, tretas ni ardides.
      La política de las Repúblicas, en punto a instrucción,
                      es formar hombres para la sociedad…

       Ideas claritas, cristalinas y transparentes como agua de manantial, y vigentes para estos tiempos, para los gobernantes de la República, quienes deben dar y garantizar con sana política cada uno de los bienes necesarios para las familias, y luego a la Escuela, y que en la cotidianidad anden juntas y en respetuosa comprensión la gente nueva de los hogares con la gente nueva de la Escuela; educación en el hogar y en la escuela para orientar buenos comportamientos, instrucción en la Escuela para formar a hombres y mujeres en oficios y profesiones pertinentes para la sociedad…
  Adelfo Morillo  


viernes, 26 de febrero de 2016

Resucitar ideas sepultadas en el papel


Resucitar ideas sepultadas en el papel

       Según Simón Rodríguez en la escuela se debe enseñar en este orden Calcular-Pensar-Hablar-Escribir-Leer, LEER es el último acto en el trabajo de la enseñanza, que consiste en resucitar ideas sepultadas en el papel
       Si este método lo adecuamos a los aprendizajes actuales, sabemos que en matemática el cálculo aritmético se concreta al que se aplica solo a operaciones en números arábigos, de tal forma que a partir de operaciones triviales y sencillas, se va avanzando en cálculos cada vez más exigentes, con la idea de que vayamos aprendiendo a pensar en números y en sus innumerables posibilidades; como ya vimos, en el cálculo vamos despertando al pensamiento que tiene un punto de inicio, mas no sabemos hasta donde nos puede llevar en el infinito mundo de las continuas preguntas, con diversas respuestas para la vida social, y para el oficio o profesión que hayamos elegido; si pensamos en el Cogito ergo sum…, de Descartes Pienso, entonces existo…, podemos entender que si poseemos el habla, damos constancia de que vivimos con el acto de hablar, y paulatinamente con el ejercicio cotidiano en la escuela vamos alcanzando el logro de hablar bien, desechando groserías, y eligiendo las palabras para discursos con clara y adecuada significación; y seguidamente damos un salto prodigioso, como es el de pasar de ideas habladas a grafías que se correspondan ajustadamente a lo pensado y hablado previamente; y así llegamos al acto de la lectura, que en primera instancia como escribiera Simón Rodríguez lleva a resucitar ideas sepultadas en el papel…; mas en los días que vivimos, la lectura la abordamos bajo el amplio escenario de la estilística, y dentro de esta podemos nombrar la hermenéutica con que llegamos a abarcar múltiples puntos de vista, para comprender y para explicar cada cosa escrita en la disciplina en cuestión…
 Adelfo Morillo


jueves, 25 de febrero de 2016

Como forma de experiencia educativa


Como forma de experiencia educativa
                                                      
       Estas líneas las escribo con intención de aguijonear o estimular algunos espíritus dormidos en el ámbito de la educación en Venezuela, y para ello voy a sustentarme en el nombre del maestro Simón Carreño Rodríguez, conocido como Simón Rodríguez, Maestro de Escuela de Primeras Letras en Caracas (1791)… Simón Rodríguez en una carta fechada en Guayaquil, Ecuador, enero de 1825, le escribe a Bolívar que ha vuelto a América, porque en tales momentos se habla de hacer gente nueva para nuevas Repúblicas… Ahora bien, a este dos mil dieciséis son casi doscientos años, desde aquel enero de mil ochocientos veinticinco, y perdemos el número de gentes nuevas que han nacido y que han perecido en todo ese tiempo, y para estos días cuando la política del país viene de pasar por distintos gobiernos, nos preguntamos ¿de cuál gente nueva y de cuál nueva República hablamos? Cada vez que una mujer pare, trae una nueva criatura a esta tierra, mas esa nueva criatura y tantas otras más necesitan en primer lugar de un padre y de una madre que le garanticen todos sus derechos, vida digna con salud, vivienda, protección, educación en un hogar en calidez de amor; y luego que en la convivencia familiar haya respeto y comunicación, y luego en su desarrollo en la escuela reciba orientaciones en valores para el servicio del bien común; si de estos escenarios de hogar y escuela se cumple un proceso de formación en cualidades humanas sinceras en palabras y en acciones, entonces podemos hablar de nueva gente, para una nueva República… Quiero hacer abstracción de tantas cosas que vemos en nuestra realidad actual, que contradicen el deber ser del hogar y de la escuela¸ y hago un ejercicio de buena fe, y tomo la bandera de la confianza de que el gobierno cualquiera sea asume el plan de país por encima de tantas cosas individuales, pequeñas y mezquinas, y entonces con voluntad política continua, trascendente y nacional, proyecta un plan de país por los tiempos venideros, y que la clase política se comprometa a continuar sin interrupciones de ningún tipo; cuando esto se dé en nuestras clases dirigentes, estaremos dando inicio a una auténtica visión de pertenencia y de querencia por nuestra tierra, porque andaremos mostrando comportamientos de nueva gente educada, de nueva gente instruida para el plan de nueva República, en donde cada sitio y cada momento lo construimos individuos en colectivos…
       Quiero creer que estas líneas pueden ser un campanazo de real posibilidad en la idea plasmada por Simón Rodríguez en 1825, a nueve años del bicentenario… Y a partir de esta fecha en los presentes momentos el gobierno y los gobiernos que han de sucederse en el plan de educación a las escuelas las dote de todos los requerimientos necesarios, incluidos alimentación escolar y seguridad en los planteles durante los 365 o 366 días del año, si fuere bisiesto como este 2016, a los docentes les asigna las condiciones dignas para llevar a cabalidad su labor, esto se traduce en vivienda propia, en salarios suficientes para cubrir las necesidades básicas más vacaciones y recreación, y que el binomio hogar y escuela se intercomunique, en códigos de reciprocidad y buen entendimiento; quiero creer en estas visiones de clases políticas dirigentes que por sobre todas las dificultades anteponen idea, conciencia y sentir de país, y eso es amar la patria, pensar la patria y crear y mantener sentimientos de patria... Solo así estamos en sintonía con Simón Rodríguez que ha vuelto a América, porque ahora en estos momentos se habla y se trabaja para nueva gente y por nueva gente para una nueva República…

 Adelfo Morillo





lunes, 22 de febrero de 2016

Alma llanera


Alma llanera

       El alma llanera canta las cosas del monte en el arpa o en la bandola, en el cuatro y en las maracas y también canta la cercanía de la sabana a la mano o en lejuras… Los llaneros, hombres y mujeres, cantan las sequías, las lluvias y las garúas; en sus decires escuchamos las palabras espiga, penca, macolla, maíz, guacharaca, alcaraván, como colores de lebrunos y arreboles… En las parrandas los cantadores esgrimen sus porfías, contrapunteos, faenas de ordeño, versos rimados amansadores en el pastoreo y en las veladas al son de arpa o bandola, cuatro y maracas… Es gente que hace hablar las cuerdas del cuatro, y tienen pasión encendida para domar un rucio, o para echarle la soga a un toro cachilapo; es gente que se entrega a la tierra, la toma en un galope, y en una mirada se adueña del horizonte bajo la sombra de una palma, sabe de la sequía implacable, de la peste en el ganado, y del bajío seco de sequía o verdecito de retoños por el regreso de las lluvias…
       Estas palabras intentan hacer sentir la idea de lo que en Alma llanera nos expresan en la letra Rafael Bolívar Coronado, y en la música Pedro Elías Gutiérrez               
                                          Alma llanera 

                                     Yo nací en una ribera
                                  del Arauca vibrador,
                                  soy hermana de las flores,
                                  de las garzas, de las rosas
                                  y del sol, y del sol…

                                         Me arrulló la viva diana
                                      de la brisa en el palmar,
                                      y por eso tengo el alma,
                                      como el alma primorosa
                                      del cristal, del cristal…

                                           Amo, lloro, canto, sueño,
                                       con claveles de pasión,
                                       para ornar las rubias crines

                                       del potro de mi amador…