Tras de una
vida sencilla 3
Yo pensaba que aprender
cada vez más era todo en mi mundo,
leía con hambre de saber, mi sed de aprender no se colmaba; para mí
hasta entonces bastaba con pensar dentro de mí, buscar en mí, y llegar a mis
propias ideas sobre mi vida y sobre la vida. En Mérida me encontré en otro
ambiente, el mundo univesitario, el entorno físico, mucha más gente de
distintas partes del país, lejos de mi pueblo, me sentí bastante solo, y lleno
de dudas; un buen día aparecieron nuevos compañeros de estudio, y una
compañera iba a entrar en mi mundo, para darle un vuelco a mi manera de mirar
las cosas. Y empezamos Mariela y yo a conversar, a caminar, escuchábamos
música, llorábamos, reíamos, y en cada lugar y en cada momento nos veían
juntos. Nos peleábamos, discutíamos, nos separábamos, y volviámos a
encontrarnos, no podíamos estar sin vernos. Estudiábamos Francés, traducíamos
poesía francesa, estudiábamos Latín, traducíamos del latín, estudiábamos Griego
Antiguo, traducíamos El Banquete de Platón, y cómo nos alegraba descubrir conceptos
viejos con vigencia en la actualidad.
Me di cuenta de que estaba
caminando otros conocimientos, despertaba a tantas nuevas cosas, en mi espíritu
se abrían sentidos desconocidos para mí; junto a Mariela escuchaba tanta
música, y sentía acordes y armonías que me llevaban a mundos de limpios
corazones, me envolvía una gama de sentimientos que no puedo describir…
Adelfo Morillo