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viernes, 4 de abril de 2014

En El Picacho 17



En El Picacho                          17

     En casa cada día ocurrían cosas ordinarias y también extraordinarias, yo jugaba en el solar con camiones volteos que hacía de distintos materiales, pescaba desde la canoa que estaba amarrada de una estaca en la orilla del río, o pescaba desde la cubierta de la chalana que habían dejado encallada y abandonada en el río frente a la casa, perseguía y cazaba caballitos o libélulas, me sentaba sobre la cubierta de la chalana o en el barranco a mirar la danza del salir y zambullir de las toninas, y cuando bailaba el trompo en el patio, cantaba:

                                        Para bailar me pongo la capa,
                                        porque sin la capa no puedo bailar,
                                        para bailar me quito la capa,
                                        porque con la capa no puedo bailar…

     Y cuando me mandaban a hacer mandados, también me gustaba, porque en ese entonces cada compra terminaba con la ñapa que nos daba el pulpero o bodeguero; había un viejo bodeguero a quien le decíamos don Plácido, y él colocaba una silleta de madera forrada en cuero de res el asiento y el espaldar, y la recostaba inclinada sobre la pared que estaba frente a su bodega, pero ya los años lo tenían cansado y flojo, y si íbamos a comprar panela o papelón, comenzaba diciendo La panela está aguada…, y yo le decía No, importa, don Plácido, yo me la llevo aguada…, y luego agregaba No hay papel para envolverla…, y yo añadía Está bien, me la llevo sin envolver.., y aun aclaraba No hay fíao.., y yo respondía Yo traigo los reales, don Plácido…, y por último me decía  Ah, y no hay ñapa…, No, don Plácido, si a mí no me gusta la ñapa…; y me regañaba Ah, muchacho pa’ embustero y bellaco…, solo entonces despegaba la silla de la pared, se ponía las alpargatas sin calzárselas, se paraba de la silleta y con toda su calma se dirigía poco a poco al interior de la bodega…