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jueves, 7 de febrero de 2013

Aquella viejita con sus cuentos


Aquella viejita con sus cuentos

     Al comienzo de la década de los sesenta, en una casa ubicada en la carrera 6 con calle 6, ahí vivía una viejita, y a media cuadra vivíamos nosotros, y yo no sé por qué ni para qué la visitaba mi mamá, que me llevaba con ella, pero a mí no me gustaba ir, porque dicha viejita siempre contaba cuentos que tenían que ver con la Llorona, la Sayona, el carretón sin conductor o el jinete sin cabeza, y tantos otros cuentos de muertos y aparecidos… Yo era un muchacho y me daba miedo escuchar esos cuentos espeluznantes, tanto miedo me daba que en la noche me costaba dormir, porque pensaba en que cualquiera de esos aparatos me podía asombrar; y ahora cuando escribo estos recuerdos de mi infancia, pienso en que quizás a los niños de mi generación les podía pasar algo similar…En estos tiempos que vivimos observo que los niños y muchachos se burlan de esas cosas, porque ahora reinan la televisión por cable, teléfonos celulares, computadoras, internet, ciber; se escuchan nuevas palabras relacionadas con la informática y distintos códigos, y algunas otras palabras ni se escuchan, como: decoro, pudor, recato, candor, vergüenza, candidez… Sin embargo a la gente le sigue gustando contar y que le cuenten cosas de todo tipo, como chismes, anécdotas, cuentos, dichos, consejas y demás decires cotidianos…
     Mis padres (mis abuelos maternos que me criaron) murieron, ellos esperaban de mí lo mejor como ser humano, pero mi mamá no supo que una de esas mejores cosas para mí, hubiera sido que no me llevara con ella a la casa de aquella viejita, donde yo me veía obligado a escuchar aquella retahíla de cuentos macabros, que me aterraban… Todavía en las noches sin luna recuerdo el estruendo del carretón sin jinete, los quejidos de la Llorona o el crecer desmesurado de la Sayona, pero en las noches de luna clara me miro en los ojos de mi amada y bebo las mieles de sus labios enamorados… Y también evoco recuerdos por mis padres, no olvido cuánto disfrutaban: mi papá tocando el arpa, y mi mamá bailando alegre y liviana como una zaranda serena… Suelto estas memorias, mientras miro los rosados y fucsias de las rosas, sigo el vuelo raudo de las aves, y escucho el canto limpio de los turpiales en sus plumajes negriamarilliblancos…