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jueves, 4 de julio de 2013

Y ningún anciano sufra olvido, soledad ni tristeza


Y ningún anciano sufra olvido, soledad ni tristeza

     Pocos días antes de irme a estudiar en la universidad en Mérida, mi papá se me acercó y con hondo sentimiento, me dijo Adelfo, tú mamá y yo pensamos, que te vas a ir tan lejos y nos vas a hacer mucha falta, yo también lo escuché con dolor de sentimiento, y no le dije nada… Mi papá y mi mamá me criaron desde una semana de nacido en Calabozo, ellos eran mis abuelos maternos…
     No me daba cuenta ni sabía que yo era el mejor regalo de alegría para ellos, y sobre todo para mi papá, supe esto porque la gente amiga de mi papá, cuando me veía, me decía que mi papá se ufanaba y alegraba de forma indecible, cuando hablaba de mí, y así fue mientras él tuvo conciencia, recuerdo cuando quise que se fuera con mi mujer, mis tres primeros hijos y conmigo a Mérida, él se alegró mucho porque miró a mis hijos, los nietos que tanto esperaba de mí, pero al final me dijo que sí quería irse con nosotros, pero que el frío de Mérida no le iba a hacer bien… Un año después lo visité en el ancianato de Biruaca, donde las dos hijas lo recluyeron, y fue un dolor muy grande para mí, porque en su pérdida de conciencia no me reconoció, después que yo había sido la niña de sus ojos…
     Con la vejez se van yendo algunas cosas y van llegando otras, pero los mayores infortunios en la vejez son el olvido, la soledad y la tristeza, mi papá se fue, cuando perdió la conciencia; y en sus restos de conciencia sufrió el olvido, la soledad y la tristeza por sentirse desamparado en el ancianato… Yo como todos los que hemos nacido, agradezco a Dios y a mis progenitores, y después sé que mi mejor regalo, fue la crianza de amor que me dieron mis abuelos maternos, a quienes yo llamaba papá y mamá…
     Cantemos por los niños, roguemos para que lleguen a ser adultos con corazón de niño, y Dios quiera y ningún anciano sufra olvido, soledad ni tristeza…