Y ningún anciano sufra
olvido, soledad ni tristeza
Pocos días antes de irme a estudiar en la
universidad en Mérida, mi papá se me acercó y con hondo sentimiento, me dijo Adelfo, tú mamá y yo pensamos, que te vas a
ir tan lejos y nos vas a hacer mucha falta, yo también lo escuché con dolor
de sentimiento, y no le dije nada… Mi papá y mi mamá me criaron desde una
semana de nacido en Calabozo, ellos eran mis abuelos maternos…
No me daba cuenta ni sabía que yo era el
mejor regalo de alegría para ellos, y sobre todo para mi papá, supe esto porque
la gente amiga de mi papá, cuando me veía, me decía que mi papá se ufanaba y
alegraba de forma indecible, cuando hablaba de mí, y así fue mientras él tuvo
conciencia, recuerdo cuando quise que se fuera con mi mujer, mis tres primeros
hijos y conmigo a Mérida, él se alegró mucho porque miró a mis hijos, los
nietos que tanto esperaba de mí, pero al final me dijo que sí quería irse con
nosotros, pero que el frío de Mérida no le iba a hacer bien… Un año después lo
visité en el ancianato de Biruaca, donde las dos hijas lo recluyeron, y fue un
dolor muy grande para mí, porque en su pérdida de conciencia no me reconoció,
después que yo había sido la niña de sus ojos…
Con la vejez se van yendo algunas cosas y
van llegando otras, pero los mayores infortunios en la vejez son el olvido, la
soledad y la tristeza, mi papá se fue, cuando perdió la conciencia; y en sus
restos de conciencia sufrió el olvido, la soledad y la tristeza por sentirse
desamparado en el ancianato… Yo como todos los que hemos nacido, agradezco a
Dios y a mis progenitores, y después sé que mi mejor regalo, fue la crianza de
amor que me dieron mis abuelos maternos, a quienes yo llamaba papá y mamá…
Cantemos por los niños, roguemos para que
lleguen a ser adultos con corazón de niño, y Dios quiera y ningún anciano sufra
olvido, soledad ni tristeza…