Triste es la muerte en
el olvido
Estuve ahí en la mañana, había llovido y
se sentía un suave olor a tierra mojada, me acerqué hasta donde estaba Pedro, conversamos
y me contó de sus labores de pesca, después se nos acercó Juan que nos habló de
sus desvelos en la crianza de sus dos hijos, en un momento nos llegamos al
sitio donde había café, agua y galletas, y ahí nos servimos café, yo también
agarré unas galletas, afuera en la calle la gente seguía su rutina diaria…
En el centro del salón estaba la urna
abierta, donde se miraba al difunto… Carmen me dijo que la hija se había
graduado de maestra hace una semana, que ya consiguió trabajo y que le gustaba
su profesión, porque mientras se arreglaba para irse, cantaba, se levantaba
temprano en la mañana para estar puntual en su sitio de trabajo, y que en la
noche se sentaba a leer y realizaba planes de aprendizaje para sus alumnos… Al
rato Carmen se fue, y después llegó Luis y me empezó a contar unos chistes, que
me hacían reír mucho, y le pedí que nos saliéramos, porque estábamos en el
velorio, ahí en la acera nos alegró el rato una hermosa mujer que pasó a
nuestro lado, la saludamos y nos sonrió, yo le dije a la dama eres un primor en esta mañana soñada…
Cuando Luis se enserió, volvimos a entrar al velatorio…
A las diez de la mañana sacaron el féretro
para ir al acto de entierro del difunto, y cuando salimos del cementerio, me di
cuenta de que nadie había hablado del difunto, fue como un acuerdo en secreto
para dejarlo en el olvido… Sentí honda tristeza, porque él se fue del mundo de
los seres vivos, y las personas como que también nos fuimos de él, y pensé cuán
triste es la muerte en el olvido…