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jueves, 17 de septiembre de 2015

Tras de una vida sencilla 15


Tras de una vida sencilla                       15

       Si andamos ya muertos con la mentira, entonces nos valemos de tretas engañosas y de artimañas; mas si andamos en el camino de la verdad, pensamos, sentimos y vivimos con ideas transparentes y cristalinas.
       Yo me alegro por los seres humanos, hombres y mujeres que desde niños empezaron a andar por el camino de la verdad, si tuvieron dudas, las vencieron, y supieron superar sus temores, y discurren día tras día a lo largo de su existencia, y ni en un ápice se apartaron de la auténtica senda; yo, desde mis primeros años de edad, recibí el acicate de mi papá, él cada día me hablaba de la honradez, mas fui creciendo y comencé a cometer tantas faltas reñidas con el pudor y la vergüenza, y a mis años presentes desde hace poco tiempo empecé a sentir la única esencia del amor de Jesucristo, este amor que prodiga infinitas manifestaciones de bondad y belleza.
       Me alegro y roguemos por hombres y mujeres que desde sus primeros años eligieron el camino de la verdad, y hasta el último aliento de sus vidas nunca se apartaron de esa senda, y roguemos porque cada día nazcan más seres humanos de esa esencia, y roguemos más aun por los que en algún momento de sus vidas, se apartan de la senda equivocada, y empiezan a vivir en el camino de la verdad, y tratan de no separarse del bien y de la belleza, porque estas son dos de las tantas y auténticas manifestaciones propias del amor.
       No olvidemos que venimos de la naturaleza, y como seres vivos nacemos, crecemos bajo el sol, fluimos con los ríos, nos bañamos en sus tornadizas aguas; el sol nos da brillo y color, y nuestros ojos miran tantas cosas en los diversos paisajes y en los distintos escenarios del convivir cotidiano; vamos creciendo casi siempre al abrigo y cuidado de nuestros padres, y el aliento sutil recorre nuestros cuerpos, y nuestros espíritus retozan en el calor de nuestra esencia orgánica; y afortunados somos por ese momento, cuando el milagro de amor y de fe llega a nuestro espíritu y sabemos darnos cuenta, y  también bienaventurados somos, si  a partir de entonces nos consagramos y comenzamos a darnos, a dar y a servir.
Adelfo Morillo