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jueves, 22 de diciembre de 2016

Seminario: Prácticas sociales de la lectura y de la escritura III



Seminario: Prácticas sociales de la lectura y de la escritura    III

       El sábado 10 de diciembre cumplimos con la tercera jornada del Seminario, comenzamos con retomar ideas de las ya asumidas en la reunión anterior, y seguidamente tomó la palabra María Fernanda Toledo, y nos dijo Mi participación la voy a hacer con la actividad que hicimos esta semana en aula, la cual consistió en una Exposición acerca de la Poesía…,  previamente acordada con los alumnos de Cuarto Año, Sección B, del Liceo Bolivariano Celina Acosta de Viana, puedo decir que los alumnos cumplieron muy bien con la tarea asignada, y elegí y traje hoy de manera particular la lámina realizada por la alumna Lisseht Garabote, en esta lámina miramos el texto de la letra de la canción Venezuela, manuscrito por la alumna y también vemos imágenes collages de paisajes y dibujos que reflejan los referentes naturales mencionados en la canción de flora, fauna y escenarios de Venezuela; la alumna cuando hizo su exposición nos precisó que la letra de esta canción, Venezuela, la tomó de la Colección Bicentenario, del libro El cardenalito, Lengua y Literatura de Quinto Grado, páginas 170 y 171; y que los autores de la letra de esta canción son Pablo Herrero y José Luis Armenteros, y leyó lo que dice a pie de página 171 La canción Venezuela fue compuesta por dos españoles, Pablo Herrero y José Luis Armenteros. Como dato curioso hay que resaltar que estos músicos escribieron la canción sobre nuestro país sin haberlo visitado nunca; lo conocieron a través de los libros y por otras referencias. Es asombroso que sin  haber pisado tierra venezolana hayan podido expresar con tanto afecto el sentimiento hacia nuestra patria y retratar sus paisajes con tanta precisión. Para muchos venezolanos esta hermosa pieza musical se ha convertido en el tercer himno de Venezuela, después del Gloria al Bravo Pueblo y del Alma Llanera.

Venezuela

Llevo tu luz y tu aroma en mi piel
y el cuatro en mi corazón,
llevo en mi sangre la espuma del mar
y tu horizonte en mis ojos.

No envidio el vuelo ni el nido al turpial,
soy como el viento en la mies,
siento el Caribe como una mujer,
soy así, qué voy a hacer.

Soy desierto, selva, nieve y volcán
y al andar dejo mi estela,
el rumor del llano en una canción
que me desvela.

La mujer que quiero tiene que ser
corazón, fuego y espuela
con la piel tostada como una flor
de Venezuela.

Con tus paisajes y mis sueños me iré
por esos mundos de Dios
y tus recuerdos al atardecer
me harán más corto el camino.

Entre tus playas quedó mi niñez
tendida al viento y al sol  
y esa nostalgia que sube a mi voz,
sin querer se hizo canción.

De los montes quiero la inmensidad
y del río la acuarela
y de ti los hijos que sembrarán
nuevas estrellas.

Y si un día tengo que naufragar
y el tifón rompe mis velas,
entierren mi cuerpo cerca del mar
en Venezuela.

       Además nos llamó la atención en la lámina que algunas palabras aparecen resaltadas, y esto lo hizo la alumna para explicar el significado de las mismas, y la primera de las resaltadas es mies, y nos explicó que aquí tiene significado de espiga verde o ya a punto de ser cosechada, y en ese caso se entiende también por cosecha; la segunda fue Caribe para significar el mar que lleva ese nombre en la parte norte de Venezuela; y así clarificó el resto de las palabras por ella resaltadas; como se pueden dar cuenta, me traje esta muestra para significar cómo no solo evalué la labor de la alumna, sino que con esto premio con honores a la alumna Lisseht Garabote; y por mi parte reforcé la exposición, cuando aporté las ideas de que hay una metáfora al pintar a Venezuela con la mujer, y a la vez de cómo debemos afianzar cada vez más  nuestros sentidos de querencia y de pertenencia por nuestro país.

       Después nos ocupamos en leer por turno un párrafo del artículo que apareció en las páginas 30 y 31 del diario Últimas Noticias, del sábado 10 de diciembre de 2016, escrito por Gipsy Gastello,con el título

Volver a los clásicos


       Releer es una de las tareas más nobles y útiles que podemos asumir porque somos lo que leemos y cada vez que leemos somos distintos.
       La lectura se basa en nuestra interpretación de lo leído y si vamos creciendo, madurando, evolucionando o involucionando, la lectura cambia en sí misma. Parece un trabalenguas pero no lo es.
       Siempre tenemos libros de cabecera, esos predilectos que nos cambiaron la vida en algún momento y que permanecen en nuestra memoria. Los recordamos con cariño y guardan un lugar privilegiado en nuestras bibliotecas.
       Les invito a hacer la prueba: Y si vuelven a leer un libro tan añorado hoy, en este momento, en este instante, en este entorno. Apuesto a que descubrirán muchas cosas. De vez en cuando yo suelo hacerlo, recurro a Rayuela de Julio Cortázar, por ejemplo. En cada lectura, un libro nuevo se descubre ante mí.
       En esta oportunidad, en tiempos del amor, pretendo dejarles este fragmento del capítulo 7, uno de los textos más románticos escritos jamás:

       Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi mano como una luna en el agua.

       Quién sabe y se ganen unos puntos esta noche dedicándole estas líneas a su ser más querido.
       Y como estamos en la onda de las relecturas, uno de los libros más camaleónicos que existen es  El Principito.
       Algunos le llaman el libro más querido de la literatura, yo prefiero denominarlo como tratado filósofico e inesperado. Y para complementar ese instante amoroso entregado por el cronopio mayor, Julio Cortázar; Antoine de Saint-Exupéry hace lo propio cuando el Principito y el zorro se conocen en una pradera. El zorro le enseña al curioso Principito que domesticar es crear vínculos y que es una práctica muy olvidada por los humanos. Aprende entonces que una rosa es única en el mundo porque entre él y ella existe un lazo. El Principito va a un jardín y le dice a todas las rosas:

       Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.

       Culminamos esta tercera jornada de Seminario con los aportes de ideas  positivas acerca de la lectura y de la relectura, todos coincidimos en que en verdad cada vez que releemos un libro, sentimos que encontramos nuevos enfoques, como si no nos hubiera llamado la atención algún aspecto en él, que ahora nos obliga a detener la lectura, y a tomarnos tiempo para reflexionar, y afortunados si en ese tiempo nos ocupamos a tomar papel y lápiz o sentarnos frente a la computadora y plasmamos por escrito las ideas producto de esa reflexión del momento; y, finalmente en mi condición de orientador de aprendizaje compartido, señalé que así como la autora cita a Cortázar, argentino, y a Saint-Exupéry, francés, sendos escritores reconocidos mundialmente, así debemos tener presente que la lectura es un universo ilimitado y en expansión, que debemos vivir en nuestra cotidianidad, y que sin duda forma parte de la vida diaria de tanta gente en nuestro país y en el mundo, y en nuestro entorno villatodosantino no olvidemos que ante tal abundancia de lectura mundial, nosotros debemos afianzar la lectura por nuestras letras nacionales, que nos traen información variopinta de tiempos pasados, presentes y con proyecciones al futuro inmediato y aun más allá en tiempos que rayan con la ficción; y como refuerzo de memoria terminé diciendo a los participantes que inviertan tiempo suficiente en el día a día y sobre todo en estas vacaciones decembrinas, para que adelanten bastante y mejor aun si culminan la lectura por ellos elegida de las novelas Doña Bárbara y Casas Muertas.


                                                                                             Adelfo Morillo