Quizás fue su regalo
de despedida
Esa mañana también iba rumiando mis
angustias cotidianas, pensaba en las cosas que hacían falta en casa, y ya me
era habitual que buscaba la manera de hacer rendir el dinero de cada quincena,
y también como acostumbro, iba recordando autores y obras, porque el mundo de
la literatura me acompaña y me alegra desde mis días de primaria, y cuando
empecé a trabajar de docente, seguí atesorando libros y lecturas, y caminaba
ese día por el centro de Calabozo, iba por la carrera 11, miraba las tiendas y
saludaba en cualquier momento a diferentes conocidos, y por momentos me detenía
a conversar cualquier cosa con alguno de ellos, y seguía caminando, y cuando
estaba por llegar a la esquina de la calle 6, miré que a unos veinte metros
delante de mí, por la acera derecha iba caminando una joven mujer piel canela,
era alta, de bellas formas y de cabellera corta y negra, y la minifalda blanca
plisada que portaba, dejaba ver unas largas y contorneadas piernas, y en el
momento cuando ella terminaba de pasar la calle y ya estaba por posar la pierna
derecha sobre la acera, sopló una ligera brisa, con la fuerza suficiente para
levantarle la faldita y llevársela hasta la altura de la cintura, y ella como
si nada siguió caminando con su mismo garbo, y un hombre que pasaba junto a mí
dijo pero mira a la sinvergüenza, siguió
caminando tan tranquila, sin molestarse siquiera a bajarse la falda, yo no
dije nada, solo miré y todavía recuerdo que lucía un hilo dental, que me dejó
mirar unas hermosas redondeces lisas y muy firmes… A tan singular mujer yo la
había visto antes, pero después de esa mañana no la he vuelto a mirar; quizás
fue su regalo de despedida para mi pueblo y ante mis ojos…