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viernes, 26 de julio de 2013

Quizás fue su regalo de despedida


Quizás fue su regalo de despedida

     Esa mañana también iba rumiando mis angustias cotidianas, pensaba en las cosas que hacían falta en casa, y ya me era habitual que buscaba la manera de hacer rendir el dinero de cada quincena, y también como acostumbro, iba recordando autores y obras, porque el mundo de la literatura me acompaña y me alegra desde mis días de primaria, y cuando empecé a trabajar de docente, seguí atesorando libros y lecturas, y caminaba ese día por el centro de Calabozo, iba por la carrera 11, miraba las tiendas y saludaba en cualquier momento a diferentes conocidos, y por momentos me detenía a conversar cualquier cosa con alguno de ellos, y seguía caminando, y cuando estaba por llegar a la esquina de la calle 6, miré que a unos veinte metros delante de mí, por la acera derecha iba caminando una joven mujer piel canela, era alta, de bellas formas y de cabellera corta y negra, y la minifalda blanca plisada que portaba, dejaba ver unas largas y contorneadas piernas, y en el momento cuando ella terminaba de pasar la calle y ya estaba por posar la pierna derecha sobre la acera, sopló una ligera brisa, con la fuerza suficiente para levantarle la faldita y llevársela hasta la altura de la cintura, y ella como si nada siguió caminando con su mismo garbo, y un hombre que pasaba junto a mí dijo pero mira a la sinvergüenza, siguió caminando tan tranquila, sin molestarse siquiera a bajarse la falda, yo no dije nada, solo miré y todavía recuerdo que lucía un hilo dental, que me dejó mirar unas hermosas redondeces lisas y muy firmes… A tan singular mujer yo la había visto antes, pero después de esa mañana no la he vuelto a mirar; quizás fue su regalo de despedida para mi pueblo y ante mis ojos…