Por si acaso
Vivía con mi primera mujer y nuestros
hijos en Mocotíes, un sector de Mérida, y una noche desperté con agudo dolor en
un lado del abdomen, me senté en la cama, me daba masajes, me paraba, gateaba,
me acostaba de un lado y luego de otro, y el dolor firme, no aliviaba ni se
iba, y así pasé el resto de la noche, cuando amaneció, el dolor me impidió
manejar, mi mujer y yo nos fuimos en taxi hasta el Hospital Universitario,
llegamos a Emergencia, me tocó hacer cola, había sillas para que nos
sentáramos, mientras esperaba, me fue cediendo el dolor, y me dormí, me
despertaron porque me llegó el turno, me auscultaron, me hicieron preguntas
para la historia y el diagnóstico, me recetaron un analgésico… Este dolor se
hizo recurrente, me vine a finales de los ochenta a Calabozo con mi segunda
mujer, y el condenado dolor también se vino conmigo, no sé cuántos analgésicos y fármacos
ingerí, y sí, me aliviaban, pero no me curaban, hasta el año dos mil tres,
cuando desde hacía tiempo, sabía que dicho dolor era colitis, y hablando con
los compañeros de juegos y bebidas, uno y otro me dijeron que buscara cadillo
pata ‘e perro, agarrara hojas y las hirviera, pusiera el agua en una jarra en
la nevera y la bebiera como agua común, así lo empecé a hacer de manera
continua, y hasta la fecha cuando esto estoy escribiendo, gracias a Dios y a
esos compañeros y al cadillo pata ‘e perro ya no sé lo que es soportar soberano
dolor… Quiero decir que ya comía con miedo, porque la comida que creía más
inocua, también me producía pesadilla de dolor, cuando se me quitaba el dolor,
a veces me quedaba la hinchazón varios días y cierto resquemor… En el patio de
mi casa tengo varias plantas de cadillo pata ‘perro, y de cuando en vez hiervo
hojas o le digo a mi ahora tercera mujer que hierva, y colocamos el agua en una
jarra en la nevera y la bebo por si acaso como agua común…