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viernes, 31 de mayo de 2013

Otra vez amanecimos de gallo


Otra vez amanecimos de gallo

     Otra vez amanecimos de gallo, porque ya no sé cuántas veces este gallo de los vecinos se ha volado para nuestro patio, escuché a este emplumado reloj cantarino en la madrugada, y miré la hora en el celular y eran las cuatro… Me sorprende que este animal tenga tal precisión cronométrica… A las seis me desperté nuevamente y salí al patio, y me encontré con la escena de una ardilla que amagaba con bajarse de un ciruelo, y el gallo la esperaba, supongo que si la ardilla se bajaba, le iba a dar un picotazo o un espuelazo, ahí se estuvieron un rato, pero finalmente la ingrávida ardilla decidió irse de rama en rama sobre las plantas… Luego me quedé mirando los piñeros cargados, los cocoteros con sus cargas, y el lechoso también cargado, y el rosal con sus delicadas y fragantes rosas rosadas, y también iba podando la tuatúa, la fregosa, el cadillo pata ‘e perro, y el cariaquito colorado, y como había lloviznado en la noche aún quedaban suspendidas algunas gotitas sobre y entre las hojas de varias plantas… Algunos piensan que la felicidad es abundancia de dinero y la posesión de incontables bienes materiales, y se olvidan de contemplar las pequeñas manifestaciones de la naturaleza; yo pienso que mientras estamos con vida el más preciado tesoro es la salud mental y física, y luego ir sumando gratos momentos en el día a día, porque la felicidad como estado permanente no existe, lo que sí existe es esa suma de instantes placenteros en el hogar, en el sitio de estudio o de trabajo, y donde sea que estemos… Dios nos da después de la vida varios sentidos para que con ellos aprendamos a disfrutar, sin perturbar la libertad y los derechos de los demás… El gallo canta y él no sabe a quien alegra, a quien despierta a tiempo, ni a quien puede molestar, sencillamente cumple con su rutina de vida y a que las gallinas se dobleguen a su paso y a sus machos galanteos… Una cosa curiosa es que dicho gallo se vuela para nuestro patio y después le cuesta volarse para su patio, no sé qué cosas pueden pasar por el instinto de este emplumado cantarino, sí sé que cada cierto momento volvemos a escuchar su quiquiriquí ronco como de reclamo o de requiebro, pero por ahora sigue sin gallina debajo del ala, ¿o será que su cantío es de nostalgia por la sequía, la soledad y la ausencia? No sé, mientras tanto que siga cantando y cantando su secuencia de tiempos entre nonis, ciruelos, marañones o mereyes, y entre los follajes de las diversas plantas de nuestro patio…