Me llenaban los ojos
de alegría encantada
Conservar sana memoria hasta el último
momento de nuestra vida es un gran regalo de Dios, cosa triste llegar a perder
la memoria mucho antes de nuestra muerte física; el cuerpo de Jesucristo
después de su muerte se mantuvo tres días incorrupto, y al tercer día su
espíritu volvió a darle vida, y con ello nos demostró que el alma no perece, y
para los humanos comunes el espíritu se va sin memoria, en el momento, cuando abandona
nuestro cuerpo, solo Jesucristo fue capaz de mantener memoria y conciencia de espíritu por su condición divina…
Grato cuando nos conseguimos con alguien,
a quien hacía años que no veíamos, y la memoria es capaz de revivir instantes
lejanos junto a esa persona; placentero cuando todavía recordamos una primera
atención que nos fue dada por compañeros y amigos…
La memoria nos absuelve de equivocaciones
que hemos cometido, porque con sinceridad podemos admitirlas, para no volver a
incurrir en ellas; la memoria nos retrata en impresiones indelebles tantos
momentos bonitos y sencillos; la memoria es nuestra mejor forma de agradecer y
honrar a Dios cada día…
Recuerdo mi primer día de primaria, la
primera vez que me gustó una muchacha, mi primer pantalón largo, mi primer par
de zapatos y la sonrisa de Marisela; recuerdo mi primer trompo, mi primer
regalo y mi primer veinte en primaria, recuerdo mis primeros baños con la
lluvia, cuando aprendí a andar en bicicleta, y cuando recibí el primer beso de mi amada…
La memoria nos hace recordar fechas y las
primeras películas y canciones, y recuerdo cuando aprendí a nadar, y la vez
cuando fui al mar y una muchacha se dejaba llevar conmigo, para que le dijera
cómo nadar, y recuerdo sus sonrisas y sus formas atractivas de mujer, y sus
senos blancos y tiernos que me llenaban los ojos de alegría encantada…