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lunes, 13 de febrero de 2017

Letras y palabras


Letras y palabras

En noviembre de mil novecientos noventa y nueve
nos mudamos a la casa que compramos,
tenía ochocientos metros cuadrados de patio,
solo contaba con cinco ciruelos,
tres limoneros y un fregosal;
a los pocos días sembré una palmera y dos cocoteros,
nuestro hijo, Fabio, tenía un año de edad,
y la niña, Airene Fabiola, tenía tres meses,
qué bien se siente estar bajo techo propio,
mi mamá había pasado unos días con nosotros,
y un día de finales de diciembre
la niña amaneció con quebrantos,
la llevamos al hospital,
el pediatra de turno diagnosticó que era un cuadro viral,
le estuvimos dando los medicamentos
que el médico con récipe designó,
hasta la tarde del miércoles cinco de enero,
cuando la llevamos con el pediatra que la atendía,
la auscultó y nos dijo No me gusta los signos que presenta,
voy a auscultarla de nuevo,
así lo hizo y nos confirmó
La niña presenta signos de meningitis,
hay que hospitalizarla de inmediato
Y el juevesa las once y media de la noche,
seis de enero, Día de Reyes,
Airene se quedó sin aliento…
La vida sigue y sigo sembrando plantas en el patio,
sábilas, mapurites, colombianas, albahaca, toronjil;
y llegó Carnaval de aguas y calores
y luego Semana Santa por vez primera en nuestra casa;
y seguí la siembra,
moringa, sangría, atroverán, acetaminofén, flor escondida,
meonas, yagrumos, yuquillas, orores, cañas de la India, anís;
y una noche cuando llegué a casa,
 me dijo mi mujer, María
Hoy, Fabio, no caminó, corrió, salió en una sola carrera,
yo me quedé sorprendida
Y ahora el patiotiene seiscientos metros cuadrados,
por la ampliación que se le hizo a la casa,
y porque sigo sembrando,también hay cadillo pata de perro,
olivos, chaparros, mastranto, onotos, hicacos, cerezos,
bouquets de novia, araguaneyes de jardín,
nonis, dos maticas que me regaló mi comadre,
la del frente al sur de nuestra casa,
y me dijo Compadre, un señor que no veía nada,
comía noni y ahora ve, compadre
Escuché y sonreí incrédulo…
Yo riego las matas
sobre todo en las mañanas o en las tardes,
y para el dos mil doce
yo todavía sufría de presbicia,
y recuerdo que para esa fecha,
yo tenía como un año
que mientras regaba las matas,
agarraba la hojita más tierna del noni
y la masticaba No tiene mal sabor,
es como comer lechuga,
y un buen día en la mañana de un mes que no recuerdo
de ese dos mil doce,
me senté en una silla, delante de la casa, bajo el porche,
con un libro en la mano y no había llevado los lentes conmigo
y abrí el libro y me di cuenta de que podía leer sin lentes
y fui a buscar un libro con letras muy pequeñitas
y qué alegría, sí, podía leer sin lentes,
y desde esa mañana no he vuelto a usar lentes para leer…
Y en el patio hay ciruelos, marañones o mereyes rojos y amarillos,
guanábanos, guayabos, limoneros, naranjos,maniritos,
aguacateros, piñeros, chirimoyo, mamones, lechoso,
mangos, riñones, jobo, plátano, yuca, uveros de río;
almendros; y cuando esto escribo,
mi hijo ha colocado canciones de Nino Bravo
y escucho Cartas amarillas
que me trae recuerdos de Mérida,
cuando estudiaba Letras en la Universidad de Los Andes
y recuerdo a mi por siempre amiga, Mariela,
huelo todavía sus perfumes de mujer bonita,
su abundante cabellera y su porte menudito
y su voz tan dulce cuando me hablaba;
y ayer escuchaba un ruido como de matraca
y pregunté a mi hijo ¿Qué ruido es ese?
Miró y remiró y me dijo Son dos turpiales
que están al revés, como digo yo
Sí, eran dos turpiales apareados sobre una de las palmeras
y me detuve a mirar las ixoras rojas y amarillas y sus matices,
los crotos, las rosas de Madagascar, los jazmineros y azahares
y unas planticas rastreras con florecitas de azul vivo
y los cariaquitos de distintos colores y los espinitos;
y en un momento mientras esto escribo,
se acerca María con una arepa en un platillo
y hago un alto en la escritura,
me levanto, camino
y me siento en una silla, en el corredor noreste de la casa,
y frente a mí en el corredor norte de la casa,
mi hijo se apresta para revisar la lavadora;
mientras comía la arepa,
recuerdo que María compró varios kilos de maíz en concha,
tomó unos kilos para arepas
y dejó unos para harina de maíz tostado,
los kilos para arepas los sancochó,
los puso al sol hasta que se secaron,
los quebramos y repasamos en la máquina de moler,
y los otros kilos de maíz los vaciamos en el caldero,
que colocamos sobre el fogón al noreste del patio,
y cuánto humo en los ojos y calor de fuego en el cuerpo
y el solazo y la brisa,
ah, pero qué sabroso, en paz familiar, gracias a Dios…
Y cuando menos lo espero,
la brisa me regala olores a yerbamoras,
ajiceros, cebollines o culantros
y me tomé un vaso de agua de fregosa hervida
y un vaso de agua del filtro de mesa
y volví a mi grata artesanía de hilvanar letras y palabras
frente a la computadora en nuestro rinconcito de calle ciega.


                                                                               Adelfo Morillo