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domingo, 13 de abril de 2014

La única vez que miré a mi papá cocinando



La única vez que miré a mi papá cocinando

     Esa mañana mi mamá no se levantó, se quedó acostada, porque se sentía muy mal, fue uno de esos días, cuando yo no tuve clases, y mi papá, a quien yo nunca había visto cocinando, se fue hasta el fogón, montó un caldero sobre las topías, le echó agua, sal, ajo, agregó frijoles colorados y unos pedazos de topocho verde, yo miraba con dudas, y al mediodía cuando regresó Pina del trabajo, nos sentamos a comer, tomé la primera cucharada con cautela, y me llevé grata sorpresa, porque tenía buen sabor, y Pina comentó Papá Tomás, quedaron buenos los frijoles
     Esa fue la única vez que miré a mi papá cocinando, siempre era mi mamá la que hacía las comidas, dulces y tantos otros potajes…
     Otra mañana muy tempranito mi papá me dijo que lo acompañara, porque el día anterior cuando regresaba del trabajo, miró un matajey, y que íbamos a ir a castrarlo, él llevaba un saco, fósforos, un rollito de alambre liso, unos pedazos de trapo, y el machete amoladito, nos fuimos caminando y cuando llegamos al camino que conducía al Centro Administrativo, por ahí nos adentramos y al poco rato, nos detuvimos, agarró el machete y cortó una vara larga, le enrolló los pedazos de trapo, que amarró con alambre, los prendió con la llama del fósforo, y se lo acercó al matajey, las avispas empezaron a salir y a irse, cuando todas se fueron, cortó la rama del manirito de donde colgaba el matajey, lo agarró completito y lo metió en el saco, tomó dos pedazos de tejo y me dio para que comiera, él se relamía de gusto y yo probaba por primera vez miel de matajey…
     Otras tantas veces fuimos mi papá y yo hasta la orilla del Guárico, hasta un sitio donde crecía silvestre el changuango, cuando yo miraba las matas de changuango, me daba miedo, porque el tallo verde con rayas blanquigrisáceas me parecían culebras, mi papá escarbaba con el machete en la tierra blandita y húmeda, y sacaba changuangos hasta casi llenar el saco, y cuando llegábamos a casa, los cortaba en pedazos y los rallaba, después los colaba para sacarles el yare, y al final quedaba una especie de masa, que mi mamá amasaba en forma de arepas, las asaba en el budare y qué sabrosas arepas de changuango, cuando nos las comíamos…