José Manuel Briceño
Guerrero In
memoriam
La montaña estaba ahí y sigue estando allá
en Mérida, por aquellos años setenta y cinco y setenta y seis cursamos un
semestre de Mitología Clásica y uno de Pensamiento Clásico, en nuestros
estudios de Lenguas y Literaturas Clásicas, en la carrera de Letras, y tuvimos
de profesor a José Manuel Briceño Guerrero, mostraba una barba blanca, que me
recordaba a Whitman, y eligió para orientar el aprendizaje de Mitología Clásica
la Teogonía, obra de Hesíodo… Entre
tantas singularidades en la cátedra, una mañana Briceño Guerrero fue invitado
por los estudiantes de Arquitectura, para que les conversara de un tema
específico, él nos pidió que lo acompañáramos, pero fuimos solo mi amiga
Mariela y yo, y cuando estuvimos allá, me dijo que leyera la parte de la
Teogonía, que él me indicó, leí y con ella comenzó su discurso…
Cuando íbamos a comenzar Pensamiento
Clásico, Briceño Guerrero estaba en el aula con el Symposion, El Banquete, uno de los diálogos escritos por Platón,
nos hizo llegar un ejemplar en griego a cada uno de nosotros, los había quitado
prestados en la biblioteca de Humanidades, y a partir de ese día empezamos a
leer y a traducir al castellano tal obra…
Tuvimos la estrella de coexistir en
diversas actividades frente a tal insigne personaje, ahora me entero de que se
fue físicamente de este mundo, mas no solo en mí, sino en tantas personas
siguen vivientes las actitudes, palabras y acciones de José Manuel Briceño
Guerrero…
Mérida me deparó tantas cosas
invaluables, la Universidad de Los Andes
me brindó sinnúmero de atenciones, y entre ellas profesores como Briceño
Guerrero, él dominaba varios idiomas, mas yo elijo el castellano, idioma
propicio para hablar con Dios y con las almas grandes que se van y con las
almas grandes que todavía coexisten con nosotros…