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sábado, 1 de abril de 2017

Homenajes

Homenajes



       Cada palabra de este escrito intenta ser un homenaje a hombres y mujeres y a distintas cosas dignas de memoria; y una de tantas cosas dignas de memoria es el ilimitado universo de la literatura, y dentro de esta vamos a detenernos en el subuniverso de las literaturas prehispánicas; mas para ello debemos dejarnos llevar por un viaje abstracto por un tiempo y un espacio definidos; nos encontramos en un año de los setenta en Mérida, Venezuela; en octubre de mil novecientos setenta y tres, la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad de los Andes creó la Especialidad de Lengua y Literatura Francesas, y el Departamento de Idiomas empezó a funcionar a dos cuadras de la plaza Glorias Patrias; la mayoría de los profesores eran franceses, algunos eran venezolanos con estudios de francés en Francia; y entre los estudiantes fundadores de esta Especialidad me encontraba yo como pez en el agua; eran días y noches merideñas de lluvia casi cotidiana, de neblina, de páramos y nevadas en la montaña frente a la ciudad, mirábamos el pico Espejo, el Toro y el majestuoso pico Bolívar; otra de las tantas cosas dignas de memoria es la Academia de esos años en la Escuela de Letras, que construimos estudiantes y profesores; y como estudiante recuerdo que anduvimos por aprendizajes variopintos, entre escolástica, dialéctica, mayéutica, diálogos, heurística, peripatética, humanismo; y ahora de esa Academia voy a nombrar profesores idos, Ovidio López Lobo que nos dictó Latín I y fue profesor y amigo, en mis recuerdos tiene un espacio singular; Miguel Marciales que nos dictó algunos semestres de Latín y de Griego Antiguo, conservo de su autoría el libro El castellano, idioma milenarioUniversidad de los Andes. Decanato de la Facultad de Humanidades. Instituto de Investigaciones Literarias Gonzalo Picón Febres. Consejo de Publicaciones, Mérida, 1982; Guillermo Thiele que nos dictó Griego I, con él leímos en griego Caracteres…, escrito por Teofrasto; José Manuel Briceño Guerrero que nos dictó Mitología Clásica y Pensamiento Clásico, y a lo largo del semestre de esta asignatura leímos en griego Symposion…, escrito por Platón; Don Mario Spinetti Dini, mi Profesor de italiano; Ramón Palomares, Carlos César Rodríguez, Hernando Track…

       Seguimos contando y pintando y enfocamos un semestre de mil novecientos setenta y cinco, cuando nos encontramos en el inicio de la asignatura Literaturas Prehispánicas, entramos al aula de clase asignada en uno de los galpones que estaban ubicados en la avenida Universidad frente a la sierra nevada, y en ese momento de esa mañana se nos presentó el Profesor Alberto Rodríguez Carucci, nos dio la bienvenida y nos empezó a abrir un mundo desconocido para mí, y digo mundo porque cuando nos adentramos en estas literaturas, vamos a ir desvelando culturas humanas de caleidoscópicas significaciones, y para dar una muestra nos vamos a detener en el Diálogo de la poesía: Flor y canto…, que entresacamos, de la página 130 y siguientes, del libro Los antiguos mexicanos…, escrito por Miguel León-Portilla, 1961 Fondo de Cultura Económica, México



       ¿Dónde andabas, oh poeta..?



       Como sabemos estos pueblos antiguos preeuropeos, como nos decía el Profesor Alberto Rodríguez Carucci, y que todavía algunos de estos pueblos mantienen sus formas de vida, transmiten su cultura con la palabra oral de generación en generación; y con tal intención manifiesta, aquí nos topamos con la invocación al poeta, persona de suma valía en el acontecer de estas comunidades…



       Apréstese ya el florido tambor…

       Tú daras deleite a los nobles,

       a los caballeros águilas y tigres…


       Y en estas líneas se nos habla del acompañamiento de música para el canto y para la danza y el baile, que se ofrece a la clase noble y a los caballeros.



       … allí anda el poeta,

       despliega sus cantos preciosos,

       uno a uno los entrega al Dador de la vida…


       El poeta canta con fe por la comunidad a su Dios, Dador de la vida.



       Como esmeraldas y plumas finas

       llueven tus palabras…



       Solo con flores circundo a los nobles…



       La amistad es lluvia de piedras preciosas…



       Aquí en la tierra es la región del momento fugaz…



       En todas partes está

       tu casa, Dador de la vida…



       ¿Acaso de nuevo volveremos a la vida?

       Así lo sabe tu corazón:

       Solo una vez hemos venido a vivir…


       El tiempo de la ingenuidad cristalina no ha pasado, pervive en los ojos de tantos pueblos que no se someten a las contaminaciones de tanta gente civilizada, ese tiempo mora en el aliento rítmico de los sabios de monte que contemplan la naturaleza en su equilibrio cotidiano; sin duda que el espacio cada vez se lo hacemos más pequeño a estas comunidades cimarronas, y aun así el tiempo de la sinceridad transparente transcurre en el sonido de la lluvia menuda sobre las hojas de los uveros, fluye este tiempo en el silbido de las flautas que entonan estas gentes silvestres; y entonces recuerdo aquellas letras de Alí Primera en Canción para acordarme



       Y cómo no acordarme, compañero,

       compañero, cómo no acordarme,

       si me da por cantar,
       cada vez que me acuerdo
       que fui llenando con flores
       mi fusil de poemas…



       Y cómo no acordarme de nuestra cultura aborigen, y por tanto fui al libro Literaturas aborígenes venezolanas…, trabajo de campo, recopilado, traducido y escrito por Fray Cesáreo Armellada y Carmela Bentivenga de Napolitano, y editado por Monte Ávila Editores, 1991, Caracas; y en las páginas 432 y 433 leemos Poesía Piaroa (Muestrario)



Tema de la Cuadrilla

       Tradujo del italiano: Fray Martín de Armellada

       Colección de Giorgi Constanzo


Para el hombre que espera

es la luna;

el sol para la canoa
que remonta el río;
y para los hombres todos de la selva
es el agua.
Pero la mariposa roja
es para Merica.
Merica es la niña que amo…
Merica es luna, sol, agua, mariposa.



Danzo contigo, Merica.

Tu mano es

como el tierno fruto de la palmera.
Tu pie,
como la semilla del algodón,
ligero y silencioso;
tu aliento
tiene el sabor del ananás,
pero no tiene espinas tu boca…



Yo veo en tus ojos la luna;

en tus tetas anida la miel.

Será dulce mi vida…


       Y cómo no acordarme de mis tiempos de estudiante, cuando gracias a las gestiones de mis profesores franceses y venezolanos, que fueron a hablar con las Licenciadas de Trabajo Social de la Organización de Bienestar Estudiantil de la Universidad de Los Andes, y a ellas le dijeron sin eufemismos de mi condición económica tan precaria, y a partir de ese entonces fui becado hasta el momento de mi grado en Letras; y fueron dieciséis buenos años en Mérida, once de ellos dedicados a labores docentes; y anduve entre amigas y amigos, estudiantes y docentes amigas y amigos; y cuántas cosas en esos años, las caminatas en la montaña, los baños en las aguas heladas en los ríos parameros, Milla, Mucujún, Pedregosa, Chama, mis ojos enamorados por mi gran amiga, y el amor de mi primera novia y primera esposa, y los hijos merideños que tuvimos, ella de Valera y yo de la Villa de Todos los Santos de Calabozo, ella médico y yo letrado y docente; y las lluvias en noches de luna o sin luna, y la neblina, y las canciones en francés, italiano, inglés y Aquí, allá y en todas partes…, esta de letra y música venezolanas, y tantos sabores merideños, a queso ahumado, chocolate, bizcochuelo y vino, y los rezos y luces y pólvora cual metralla en el aire de paraduras, misas y fiestas, y las flores, dalias, violetas, tréboles de cuatro hojas, flores en colores encendidos de bucares y los jazmines de los cafetos y las orquídeas, y sin embargo es tan poco lo que cuento para rendir justo homenaje a Mérida, la de los caballeros y de mujeres de labor y de amor… Y es porque Mérida es atalaya, así está expresado en su escudo Non potest abscondi civitas supra montem posita… No puede estar escondida una ciudad posada sobre un monte…

       Y cómo no acórdarme, compañero…, Alberto Rodríguez Carucci de cuando te rindieron homenaje en el Alma Mater  de la Universidad de Los Andes por ser tú, insigne conocedor de nuestra cultura preeuropea, recuerdo que la Profesora Teresa Espar dijo No eres Doctor, porque no tienes ese Grado Académico, pero eres Doctor en honores en el reconocimiento de los estudiantes y de tus pares, nosotros los Profesores…; y me acuerdo de aquella mañana, cuando fui a tu apartamento con Arnulfo, uno de mis compañeros de Lenguas y Literaturas Clásicas, y colocaste en el tocadiscos un longplay, y nos dijiste Quizás sea una canción frívola, pero tiene un buen mensaje…, y comezamos a escuchar música y letra de Caminando por Caracas…, cantada por el argentino Piero


Caminando por Caracas
la gente me saludaba y andaba,
yo levantaba mi mano de hermano
y Caracas me abrazaba…, a miií…

       Y ahora me acuerdo de aquel mensaje de El último mohicano…, y de aquel otro mensaje Fermín Toro, el último venezolano…, Meseniana elegíaca de Juan Vicente González..., y pienso y estoy convencido de que es ahora, cuando cada uno de nosotros debe empezar a sentir que es el primer venezolano, para sentir amor por esta patria, estudiantes, carpinteros, campesinos, citadinos, choferes, ciclistas, peatones, albañiles, maestras y maestros, profesoras y profesores, cada quien en su oficio, cada quien en su profesión, cada quien con vocación, cada quien con la mejor intención de servir, y de los que se ocupan de la política local comunitaria, regional y nacional, elijamos a los en verdad identificados en sana pertenencia y querencia por este suelo de infinitas bondades…

Y cómo no acordarme, compañero,
compañero, cómo no acordarme,
si me da por cantar,
cada vez que me acuerdo
que fui llenando con flores
mi fusil de poemas…

                                             Adelfo Morillo