Entre madrugada y amanecer
En la madrugada de un domingo me vi
obligado a salir de casa, en el carro me dirigí en busca de una farmacia,
porque tenía fiebre y malestar corporal, llegué hasta cerca del hospital, ahí
casi al lado está una farmacia, donde compré el medicamento, y cuando regresaba
por la vía de Vicario, tuve que disminuir la marcha del vehículo, porque sobre
el obelisco del ánima de la sabana se proyectaba un destello de luz, entonces
me detuve, me bajé del carro y cuando me acerqué desapareció la lucecita, me
retiré y volvió a alumbrar, durante tres veces volví a hacer esto y por tres
veces volvió a suceder dicho fenómeno… Opté por seguir mi marcha, y mientras
manejaba, pensaba tantas cosas, todas positivas…Sí, en verdad me impresionó tal
suceso que había contemplado, y cuando llegué a casa me tomé una cucharada del
fármaco, mas seguí pesando en el asunto de la luz, y después de un largo rato
sudé la fiebre y me cedió bastante el malestar…
Cuando amaneció, después de despertarme me
levanté y me dirigí a mirar las plantas del solar, y me llamó la atención que
una flor de cayena roja se iluminaba con
un rayito de luz, no era una gotita de
rocío o de lluvia que proyectaba la luz del sol, no, insólito, era una lucecita
suspendida sobre uno de los pétalos de la flor, lo que no me pude explicar fue
de dónde surgía dicha luz, ante mi asombro llamé a mi pequeño hijo, no le dije
nada, solo lo llevé hasta donde estaba la flor y me dijo:
-Papá, ¡qué linda flor!
Ante su expresión le dije sí, no dije más,
porque me di cuenta de que la lucecita ahora no se veía, y cuando volví a
quedar solo, sonreí, porque me volvían a surgir preguntas, mas al fin me
tranquilicé, y me respondí que la vida nos depara tantas cosas, y nos hace
partícipes de tantos fenómenos, algunos tienen explicación lógica o científica,
y otros pequeños o grandes acontecimientos se quedan en los claroscuros del
misterio…Estos dos fenómenos lo dejamos en el misterio de esa madrugada y de
ese amanecer, son dos detalles casi fantásticos, que para mí tienen un signo de
inmanencia sutil, y cuando esto escribo, se me han ido la fiebre y el malestar
corporal, mas estos dos momentos de madrugada y amanecer me han despertado aún
más el sentido de la curiosidad, del encanto y del asombro, y concluyo
tranquilo, porqué sé que Dios está en nosotros…