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viernes, 7 de marzo de 2014

En El Picacho 1



En El Picacho                   1

     El Picacho fue el sitio donde viví y recuerdo entre mis cinco y ocho años de edad, quedaba frente al terroso y torrentoso río Apure en épocas de lluvias, y ahí estaba El Picacho como a ochocientos metros hacia arriba de donde ahora está el puente María Nieves, y sobre un pedazo de esa tierra estaba nuestra casa, que la había construido mi papá Tomás Morillo, era una casa grande de barro y con un solar también bastante grande cercado con alambre gallinero, mi papá había hecho su lugar de trabajo en la parte delantera y del lado oeste, y le daba sombra una parcha o badea, a la que él le había hecho una enramada, mi mamá Catalina de Morillo hacía unos frescos y sabrosos jugos de parcha, y caían garúas, lloviznas, lluvias, aguaceros y chubascos, recuerdo la vez cuando el aguacero chubasqueado fue tan largo y fuerte que el río lo mirábamos cómo crecía su caudal y arrastraba cosas, y nos sorprendimos mirando cómo también arrastraba una chalana, y todos comentábamos desde adentro en el frente de la casa que seguramente había roto las amarras, lo cierto fue que siguió a la deriva agua abajo por el Apure…
     Ahí en estas épocas de lluvias el río hasta se metía en el solar frente a la casa, mi papá amarraba la canoa en la cerca delante de la casa, y cuando bajaban las aguas la amarraba de una estaca abajo en el barranco, y hasta allá me llegaba con anzuelo y carnadas a pescar, una vez había pescado con plátano de carnada un blanco pobre, y lo usé de carnada completico y lo lancé lejos, estuve esperando a que ajilara, y como pasaba el tiempo y nada, amarré el guaral de la canoa, y en un celaje miré cuando el guaral fue tensado sobre el agua y se reventó, subí hasta la casa y le dije a mi papá, fue conmigo hasta la canoa, miró el guaral reventado y me dijo que seguramente había sido un valentón el que había ajilado y del tirón reventó el guaral de esa manera tan rápida y violenta…
     Me fui con él a la casa, y busqué las latas de sardinas vacías y me acuclillé a jugar con ellas como si fueran camiones volteos, que llenaba con tierra y hacía uno y varios viajes y el motor era el ruido que yo emitía con sonidos de la boca…