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sábado, 8 de marzo de 2014

En El Picacho 3



En El Picacho                              3

     Una mañana nos embarcamos mi papá y yo en una chalana cargada de madera, el río Apure estaba a media caja, como decimos en el llano, cuando los ríos están a medio caudal, y habíamos navegado como dos horas, cuando sentimos que la chalana se quedó varada, se había encontrado con un banco de arena, el maquinista forzaba un poco el motor y no despegaba, entonces escuchamos  la voz del patrón de la chalana de que se lanzaran al agua con palas, los tripulantes se quitaron la camisa y se zumbaron al agua, otro les pasaba las palas, y esos hombres zambullían y con las palas empezaron a cavar, y siguieron cavando hasta cuando despegó la chalana, la sacaron del varadero, luego el maquinista atracó  en la orilla, y mientras comíamos los cavadores contaban que a veces les faltaba el aire y tenían que salir rápidamente a la superficie, volvían a tomar la mayor cantidad de aire y volvían a zambullirse siempre sin soltar la pala con que seguían la dura maniobra…
     Al final llegamos hasta donde bajaron la carga de madera, el propietario le pagó el flete al chalanero y regresamos ya con las primeras sombras de la noche, algunos tripulantes cantaban y el plenilunio se prestaba para recordar, pensar y evocar amores y cuitas; yo solo me inflaba de alegría, porque nunca sentí ningún miedo, mientras andaba en compañía de mi papá; y ese viaje fue sucedido, porque cuando el cocinero preparaba la cena, se le volcó un poquito de querosén dentro de la sartén donde freía las tajadas, las terminó de freír y las lavó con agua del río, y no olvido el sabor a querosén que todavía se le sentía a las tajadas, pero el arroz y la cachama sí estaban como la misma ambrosía de los dioses clásicos…
     Llegamos hasta el frente de nuestra casa, el maquinista se orilló el momento suficiente para que mi papá y yo nos bajáramos, entramos a la casa y después de hablar con mi mamá, yo le pedí la bendición, y mi papá le contaba las peripecias del viaje de ese día, después él tomó el arpa y empezó a sacarle sus ya conocidos pasajes, mientras yo escuchaba el son del arpa y miraba cómo se deslizaba y alumbraba la redonda luna sobre la parcha del solar frente al río…