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martes, 29 de enero de 2013


El túnel en el Museo de la Ciudad

     Cierta mañana llegué hasta el Museo de la Ciudad, y se dio un momento cuando me quedé solo, y de pronto me llamó la atención el túnel que está en el salón de entrada, a la vista de todo visitante… Aproveché la circunstancia y bajé hasta el túnel y a gatas anduve hasta donde pude llegar, me detuve donde  ya la oscuridad y la falta de oxígeno me impidieron continuar, mas en una parte del recorrido me encontré una cajita, la guardé en uno de los bolsillos del pantalón… Después de descansar un rato, hice la ruta de regreso, cuando llegué a la boca del túnel, me cercioré de que no había nadie, y salí, caminé hasta la plaza Páez y ahí, todo sudoroso y sucio, me senté en uno de los bancos… Me llegaron ideas de cosas sabidas, como que todo ese trabajo de excavación del túnel, solo pudo ser hecho por mano esclava… No olvidemos que Calabozo fue un pueblo de españoles, que vivió la economía y política de la Colonia, y por consiguiente todas esas casas coloniales, habitadas por españoles y sus descendientes criollos, también poseen su túnel de refugio o de escape… También recordemos que esta ciudad vivió la guerra de independencia y demás guerras y revoluciones armadas que se libraron en nuestro país, estas cosas y otras más pensaba, mientras la gente pasaba, sonreía o saludaba…
     Cuando estuve dispuesto, saqué la cajita, la abrí y ahí estaba un escapulario con la imagen de la Virgen del Carmen, una lupa y un diario con una fotografía de una mujer muy linda. Empecé a hojear y a leer, y en una de sus páginas decía: “15 de marzo de 1818… Yo, Ana de Mújica, tomé esta vía de escape, tres días después de la batalla librada aquí en Calabozo. Mi esposo era un oficial que luchó y murió en ese combate, defendiendo la causa de la libertad… Mi esposo me dio bienestar, me amó, lo amé y lo amo. A pesar de que salimos vencedores, decidí desaparecer para ir a vivir donde nadie me conozca, pero confío en que al final la libertad y la paz reinarán en nuestro país. Creo en Dios, y a Él encomiendo nuestra causa de libertad y justicia… Aquí en Calabozo viví dichosa junto a mi esposo, conversábamos, hacíamos vida ciudadana, leíamos, compartíamos, íbamos a conciertos de música y a recitales poéticos…”