El olvido de los olvidos
Nos sucede que a veces queremos pronunciar
o escribir alguna palabra y en ese momento no logramos recordarla, se nos ha
quedado en la umbra del olvido…
Seguramente en nuestra vida hemos recibido
ofensas de palabras o malas acciones de alguien, sin duda que el primer paso
para que perdonemos tales cosas es el olvido… En Leyenda de Jorge Luis Borges, leemos al final –“dijo Caín- olvidar
es perdonar…” Y si hemos sido nosotros quienes hemos agraviado de palabra o de hecho
a alguien, entonces tan pronto como podamos, debemos admitir la culpa, para no
volverla a cometer nunca más, porque algunas veces no basta con ofrecer
disculpas, si el agravio es irreparable…
Y son tantas las cosas que olvidamos, que
la cotidianidad nos devuelve la alegría, si lo que recordamos es placentero y
grato, porque para los malos momentos o ingratos lo saludable es olvidarlos…
Una de las tristezas de la senilidad, la
mayor parte de las veces, es el olvido… Sabemos que los ancianos recuerdan con
nitidez descriptiva los momentos lejanos en el tiempo, y que los instantes
recientes los olvidan muy rápidamente, y hay el olvido que va ligado a la
pérdida de la conciencia, en esa etapa de vida la persona pierde vergüenza,
dignidad, pudor y decoro, y es tan lamentable para los que miramos tales
hechos, y más terrible para los familiares o personas encargadas de atender
esas situaciones…
La última vez cuando miré a mi papá con
vida, fui de Mérida para Biruaca, en donde lo habían internado en el ancianato,
lo vi tan deteriorado físicamente, y me le acerqué y no me reconoció, varias
veces le dije mi nombre, pero nada, no me recordó, solo decía que lo llevaran
para la casa… No podemos medir cuánto alguien nos puede amar, y tampoco cuánto
amamos a alguien, pero sí sé que mi papá me amó sin medida hasta el último
instante de su vida consciente, y ese momento cuando estuve ahí, tampoco puedo
medir el dolor que sentí por él y por mí, porque considero que la pérdida de la
conciencia es el olvido, no para el perdón, sino la muerte de la razón digna de
vida, sentí como hielo ese olvido de mi papá, porque frente a la muerte de su
conciencia, me miré también muerto en la umbra de su olvido irreversible,
siento que la muerte de la conciencia es el olvido de los olvidos…