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lunes, 10 de diciembre de 2012

El boche al real

     Ese día salí de la sastrería donde yo trabajaba, después de haber cumplido con mi labor de la mañana hasta el mediodía… Iba caminando rumbo a mi casa, iba muy entretenido lanzando una piedra, como si fuera un jugador de bolas criollas, a cuanta cosa veía delante de mí, me cuadraba, afinaba la puntería, y le lanzaba la piedra a pote, papel, o a algún mango… Así iba cuando de pronto miré que algo brillaba frente a mí, me volví a cuadrar, de la manera como lo hace un bochador derecho, lancé la piedra, le acerté y fui corriendo para ver a qué cosa le había pegado, y qué sorpresa y alegría las que me llevé, la piedra del boche había caído justo sobre un real (moneda de 50 céntimos)… A las dos cuadras estaba mi casa, cuando apenas llegué, le conté a mi mamá, luego me bañé, me vestí, almorcé y me fui a la escuela “Ramón Francisco Feo”, donde estudiaba Quinto Grado… Sabía que con ese real tenía para comprar la merienda, el refresco y los dos panes rellenos… Recuerdo que era una tarde calurosa, los árboles de mango estaban cubiertos de flores y a lo lejos se divisaban algunas nubes anunciadoras de la temporada de lluvias… También le conté a la maestra “Lolita” el suceso del boche, ella sonrió y como tantas veces me volvió a insistir para que yo le dedicara tiempo a la lectura, ella constantemente me motivaba para que leyera y escribiera, y además me decía que yo tenía habilidades natas para ambas actividades, tanto era así que cada tarde me asignaba alguna lectura en el salón, y luego me hacía que escribiera en el cuaderno algo respecto a la lectura hecha o acerca de lo que yo quisiera contar… Cuando yo terminaba de escribir, le entregaba el cuaderno, ella leía y después se lo llevaba a la maestra de la otra sección, y le ponderaba mis facilidades de lectura y escritura… Ella fue la maestra que más cariño me ofrendó, de eso ha transcurrido más de medio siglo y no la olvido,  ella aún vive en este pueblo de mangos, ciruelos, arroz y resolanas, como tampoco olvido el boche al real, mientras iba de la sastrería a mi casa…
     El suspiro de vida de cada uno de nosotros se teje de sorprendentes o insólitas causalidades, pequeños o grandes sucesos, complejos, sencillos o hermosos como la flor de bora, ese ingrávido nenúfar sobre las lagunas o ríos llaneros… Dios quiera y siembre en nuestros espíritus la magia de la alegría, y ese milagro de fe antes de dormirnos y de volver a abrir los ojos con cada nuevo amanecer…