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miércoles, 15 de julio de 2015

Cuando canta un gallo

  
Cuando canta un gallo


        Cada día,
        cómo me gusta,
        me estoy en el patio.
        Riego las plantas,
        siembro, desyerbo, trasplanto, cosecho;
        miro los yagrumos y los chaparros,
        me alegro entre verdores,
        tomo un limón,
        me lo llevo a la nariz,
        cómo me lleno de su olor,
        a veces me bebo su sabor,
        me salva el toronjil o el malojillo,
        me cura el cadillo, el noni y la moringa;
        ahí me quedo en el patio,
        camino o me siento,
        me llegan soplos de brisa fresca,
        miro las casas vecinas,
        imploro por lluvias benignas,
        vienen y pasan los pájaros,
        azulejos, torcazas, turpiales, cucaracheros,
        vienen los pájaros, se posan y cantan,
        cómo cantan,
        regalan su concierto
        desde tan lejos en el tiempo,
        y escucho,
        algún gallo canta y canta,
        me recuerda a mi papá,
        de cuando él trabajaba en San Fernando de Apure,
        y luego en la Villa de Todos los Santos de Calabozo,
        yo andaba con él,
        yo caminaba con él,
        yo lo ayudaba,
        arrancaba clavos de horcones viejos,
        de viejas ventanas y de portones viejos,
        con el martillo arrancaba los clavos,
        salían torcidos,
        y con el martillo enderezaba esos viejos clavos;
        cuando canta un gallo,
        todo eso recuerdo,
        y más que nada a mi papá,
        él nunca trabajaba molesto,
        siempre trabajaba contento,
        sobre todo cuando hacía trabajos de ribera,
        hacía canoas,
        hacía curvas a los bongos,
        con el escoplo taponaba con estopa
        las junturas de las tablas de chalanas,
        hervía la brea,
        con una brocha de mecate calafateaba,
        sobre la estopa entre las junturas,
        él trabajaba contento,
        cuando curaba tabaco agua abajo del Apure
        en La Bendición,
        hervía hojas de tabaco,
        en un rollete de madera iba enrollando en crinejas el tabaco,
        mientras iba bañando esas crinejas de tabaco
        con el yare de hojas de tabaco hervido,
        yo era su compañero,
        sigue vivo para mí, mi papá,
        así vive para mí,
        sobre todo, cada vez, 
        cuando canta un gallo

                                               Adelfo Morillo