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lunes, 26 de agosto de 2013

Con alegría y sin nostalgia


Con alegría y sin nostalgia

     Escuchamos cuando nos dicen no me olvides, lo cual es un imposible, porque nunca vamos a tener una sola idea en el pensamiento; recordamos porque habíamos olvidado… Invertimos bastante tiempo recordando, recordamos una buena película, una caída en bicicleta, nuestros signos de pubertad, tremenduras… Escribo recuerdos, cuando tumbaba mangos a pedradas, los mandados y las ñapas, las veces que me creía el muchacho de la película, cuando cantaba pensando en la muchacha que me gustaba… Recordamos lo que sabemos, encontrar la llave de cada cerradura, tomar el lápiz y escribir con sabidos trazos, realizar cifras algebraicas mentalmente…
     Recordamos el sabor más lejano, recuerdo un olor de infancia, pero no lo he vuelto a sentir, y pienso, si será poco antes de morir, cuando nos llegan esos olores lejanos… Recuerdo cuando miré por primera vez el mar, tanta inmensidad de azul que se confundía con el cielo, y la sorpresa del agua salada, y los cuerpos casi desnudos de muchachas y mujeres…
     Recuerdo antiguas costumbres, acostarme de lado, pensar bastante antes de dormirme, los sueños que recuerdo y los que no recuerdo, y esas fragancias de algunos sueños que quisiera recordar y es imposible, y el recuerdo de una tarde de caminata, y una nariz singular, y la blancura de piel, y cuando me dormía acariciando la tersura de mi joven mujer, y aquel olor a ruda y a yerbabuena, y el jazminero bajo una noche de lluvia, y aquella conversación de tantas cosas que no recuerdo, y la luna cuando nos acompañaba, y aquel diciembre de paraduras, carretas y pólvora, y nuestro primer hijo, cambiando segundo tras segundo, y cuántos sueños y tropiezos, y el chocolate caliente bajo el friíto merideño de aquellos años setenta, recuerdo tantas cosas que sé y las revivo con alegría y sin nostalgia…