Con alegría y sin
nostalgia
Escuchamos cuando nos dicen no me olvides, lo cual es un imposible,
porque nunca vamos a tener una sola idea en el pensamiento; recordamos porque
habíamos olvidado… Invertimos bastante tiempo recordando, recordamos una buena
película, una caída en bicicleta, nuestros signos de pubertad, tremenduras…
Escribo recuerdos, cuando tumbaba mangos a pedradas, los mandados y las ñapas,
las veces que me creía el muchacho de la película, cuando cantaba pensando en
la muchacha que me gustaba… Recordamos lo que sabemos, encontrar la llave de
cada cerradura, tomar el lápiz y escribir con sabidos trazos, realizar cifras
algebraicas mentalmente…
Recordamos el sabor más lejano, recuerdo
un olor de infancia, pero no lo he vuelto a sentir, y pienso, si será poco
antes de morir, cuando nos llegan esos olores lejanos… Recuerdo cuando miré por
primera vez el mar, tanta inmensidad de azul que se confundía con el cielo, y
la sorpresa del agua salada, y los cuerpos casi desnudos de muchachas y
mujeres…
Recuerdo antiguas costumbres, acostarme de
lado, pensar bastante antes de dormirme, los sueños que recuerdo y los que no
recuerdo, y esas fragancias de algunos sueños que quisiera recordar y es
imposible, y el recuerdo de una tarde de caminata, y una nariz singular, y la
blancura de piel, y cuando me dormía acariciando la tersura de mi joven mujer, y
aquel olor a ruda y a yerbabuena, y el jazminero bajo una noche de lluvia, y
aquella conversación de tantas cosas que no recuerdo, y la luna cuando nos
acompañaba, y aquel diciembre de paraduras, carretas y pólvora, y nuestro
primer hijo, cambiando segundo tras segundo, y cuántos sueños y tropiezos, y el
chocolate caliente bajo el friíto merideño de aquellos años setenta, recuerdo
tantas cosas que sé y las revivo con alegría y sin nostalgia…