Sí, aquí, allá y en
todas partes
En el Nuevo testamento, al final del libro
de los apóstoles (enviados, en lengua griega) leemos Oiremos y no escucharemos, veremos y no miraremos… Los no creyentes
en Dios pasan así por la vida; los creyentes escuchamos y miramos a Dios en las
innumerables formas presentes en el ilimitado universo, y de manera sustancial
en este mundo terrestre en sus incontables manifestaciones de belleza y de
bondad… Allá en las montañas nevadas o sin nieve, en los páramos de brisa y de
lluvia menuda, pertinaz, o de brisa y lluvia recia, torrentosa, que alimenta
ríos arrastradores de pedruscos o peñascos;
en las cuevas
cobijadoras de artes y de misterios; en los mares de espacios conocidos o
insondables; en el espacio aéreo de gravedad o de ingravidez; o en las
llanuras, pampas, estepas, según el nombre que se le da en cada sitio del
planeta; y recordamos el nombre de la canción Aquí,
allá y en todas partes…, está presente el amor de Dios,
que los creyentes, lo
escuchamos y lo miramos en los ojos de los niños, en la mirada limpia de los
enamorados, en la madre que se da a los hijos, en el padre que se da a los
hijos, en el vuelo de las aves o de las mariposas, en la escarcha suspendida en
las hojas o en la cabellera de los caminantes bajo ventiscas montañeras;
escuchamos y miramos cada cosa bella y buena, en las manos abiertas para dar,
atender o abrigar, en el perfume de las flores, en las formas de las nubes, en
el amor sin medida…
Adelfo Morillo