Andanza por nuestro
idioma 121
Del latín pensator, formamos pensador, pensadora; desde mis seis años de edad
me di por pensar, pensaba qué sería, cuando fuera grande, pensaba en la familia
que formaría, me miraba paseando, compartiendo y conviviendo de la mejor forma,
imaginaba a mi mujer amorosa, y que yo la amaba junto a nuestros hijos, y así
pensador he sido y soy cada día de vida, me di cuenta de que una sola cosa nos
hace daño, cuando pensamos y nos dedicamos a tejer y tejer angustias por
problemas que tenemos por resolver, me sucedió que me desvelaba, dormía pocas
horas de tanto pensar angustias, y me dije que si algún problema no podemos
resolverlo en ese momento, lo más saludable es no angustiarse pensando,
repensando y devanarse los sesos, porque con eso nada se resuelve, cada
problema tiene su solución en su debido momento, al día siguiente, una semana después
o en el momento menos esperado, y me van a creer, porque seguro les ha pasado,
hay problemas que se resuelven por sí solos, y otras veces conversando con un
amigo o con alguien cercano esa persona nos da la respuesta a la situación
problemática...
Sin embargo, no quiero decir que todavía
no me dejo atrapar por mis pensamientos, solo que cuando me veo en medio de ese
hueco, reacciono y lo dejo a un lado, lo olvido, y me abro con alegría a cada
momento que se me va presentando o que voy realizando en mi cotidianidad…
A Auguste Rodin se le conoce sobre todo
por su celebrada escultura Le pensateur, El pensador, yo me enteré de
esa escultura en mis años de bachillerato y en mis estudios de Letras en
Mérida, y recuerdo que una mañana estaba parado en La Hechicera mirando la
sierra nevada, y me detuve a mirar acuciosamente, porque en un borde saliente
de la montaña miré una forma muy parecida a El pensador de Rodin, así se lo comentaba a mis compañeros de estudio
y casi a diario a María Carmen, mi amiga entrañable de nuestros hermosos
tiempos cristalinos…