Andanza por nuestro idioma 103
La noche ofrece misterios, encantos,
miedos, claroscuros; a los enamorados los entretiene el fulgor de las estrellas
en las noches sin luna, y en noches de luna se dicen y prometen tantas cosas,
la mujer es una fiel adoradora de la luna, y el hombre le robó el encanto
romántico con su viaje a la luna…
La noche es aliada de los encuentros
furtivos, y cuando yo era muchacho, cualquier mañana llegaba el comentario a
casa de que talo cual hombre se había robado a medianoche a alguna muchacha vecina;
la poesía canta a la noche, como el barón y gran poeta Friedrich Leopold von
Hardenberg, conocido en el mundo de la literatura por Novalis, escribió Hymnen an die Nacht, Himnos a la noche, y
de sus Himnos leamos estos versos
Infinito es el amor
y no
hay más adioses.
Como
mar sin orillas
la
vida estalla plena.
¡Una
noche de delicias!
¡Un
eterno poema!
La noche, del latín nox, noctis, cada vez me recuerda tiempos de mi infancia, porque en
la noche me llenaba de miedos, por los cuentos que escuchaba de muertos,
aparecidos y aparatos espantosos, las sombras cobraban formas con vidas que me
asustaban, una noche salí a orinar en el patio, y miraba que una sombra
dibujaba una forma humana y con las manos me capeaba, sin embargo me sobrepuse,
fijé bien mi vista, y me di cuenta de que se trataba de las hojas de una mata
de topocho, que con los reflejos de luna, proyectaba las sombras de las hojas
que simulaban contornos humanos, desde esa noche empecé a mirar más con ojos de
razón que con sentidos de miedos y temores…