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lunes, 19 de mayo de 2014

Andanza por nuestro idioma 44



Andanza por nuestro idioma              44

     Salimos a caminar en esta mañana de domingo, del latín dominicus dies, día del Señor, en significación cristiana, y una parte de los católicos asumen el deber de acudir a misa cada domingo, para honrar y alabar a Dios… Yo soy católico y lector de los evangelistas, y ellos nos escriben que Jesús dijo que para hablar con Dios basta con tomarse un sitio y un momento a solas, que no hace falta ir a misa, que tal acto es opcional de la persona creyente… Yo cuando voy a misa lo hago con respeto y escucho con atención, para intentar llevar a la práctica los mensajes de bien que en ella dice el sacerdote, pero no soy asiduo asistente, porque agradezco a Dios y converso con Él en algún sitio y cada día…
     El domingo en la iglesia y sus entornos huele a fiesta bendita, a Eucaristía, a bautizos, comuniones, confirmaciones, y a tantas otras cosas gratas o ingratas… En todo lugar el domingo para los niños y jóvenes y para los adultos también es juegos, trompos, papagayos, cometas o volantines, metras, y ahora lo llenan de videojuegos, de facebook, twit, e-mail, mensajes de texto, chateos y demás innovaciones de la tecnología telefónica y computarizada…
     Hoy domingo antes de sentarme a escribir estas líneas, leí un momento el libro que comencé ayer en la tarde Ana en Venecia, cuyo argumento es la historia de varios personajes que confluyen en Venecia, y entre ellos Ana, la criada de la familia Mann, a que pertenece Thomas Mann, novela narrada y descrita por el brasilero Joao Silvério Trevisan, periodista, guionista de películas, traductor…
     El domingo para mí se viste de cualquier cosa que me produzca agrado y alegrías; puedo estar en una piscina, en la orilla de un río pescando y bañándome, o quizás miro algunas películas, leo, escribo o escucho música; puedo irme de paseo o de viaje con María y Fabio, o también tengo visitas de mis hijos que vienen de Caracas o de San Cristóbal, y entonces pasamos el día jugando dominó y cartas; en buen castellano empleo el ocio dominguero para no fastidiarme, sino para sumar momentos alegres a mi tiempo de vida…
     Y el domingo en la tarde del doce de agosto de dos mil doce estaba acostado esperando el inicio de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos, eran las tres y quince minutos, cuando me llamó mi sobrino Wismar, para decirme que a mi mamá Cecilia Filomena le había dado un infarto, que Pina y Bexy la estaban llevando para el hospital, me vestí muy rápido, me monté en el carro y me dirigí al hospital, llegué y mirando la cara y muestras de llanto y dolor, comprendí que mi mamá se nos había ido de nuestras vidas; sí, los domingos los podemos dejar para las alegrías, pero son tantas las veces que el domingo nos tiñe momentos con grandes dolores y tristezas…