Andanza por nuestro
idioma 39
El mundo conserva la alegría en la risa de
los niños, y acudimos a la sinonimia para llamarlos por diferentes nombres,
chicos, chamos, chavales, pibes…
En el mundo animal a los puercos también
les decimos cochinos, chinos, chanchos, marranos, cerdos; a los diferentes
momentos del amanecer lo nombramos alba, aurora, alborada, albor, mañanita; al
tardecer en sus distintas fases lo designamos atardecer, crepúsculo, ocaso; a
la vivienda según sus características singulares le decimos choza, churuata,
caney, rancho, covacha, casa, hogar, nido, morada, refugio, oasis, quinta,
mansión, techo, techumbre, lar, capilla, y así escuchamos y decimos Voy a estar encapillado o voy a permanecer
encapillado…
A la lluvia según su duración y fuerza le
decimos garúa, brisa, y en los Andes venezolanos, cuando es una lluviecita apenas
perceptible, se dice Está brisando…, aguacero, nos lleva a recordar la conversación,
previa al poema en octosílabos Florentino
y el Diablo, escrito por el poeta
barinés Alberto Arvelo Torrealba, cuando Venancio en la reláfica dice ¡Ah mandilata de aguacero ese que está
cayendo..!, chubasco, chaparrón o chaparrazo, matasapo, tormenta, temporal…
A los que pasamos de sesenta años nos
dicen de la tercera edad, viejos, ancianos, vejucos, vejetes, nonos, chochos; a
las mujeres jóvenes y lindas les decimos bombones, y cuando yo era muchacho,
escuchaba los versos ¡Mira, chico, qué
bombón, se me alboroza el corazón..!, también se les dice, caramelos,
chocolates, buenamozas, mises, florecitas, primores, hermosuras, beldades,
reinas, princesas…
Y los saludos no tienen finitud en la
sinonimia, porque escuchamos y decimos Buenos
días, buenas tardes, buenas noches, feliz día, buen día, qué tal, cómo estas,
cómo estamos, cómo va la cosa, cómo está la cosa, qué hubo, qué húbole,
¿entonces?, ¿y entonces?, qué se dice, qué hay por ahí o qué hay porai, ¿todo
bien?, ¡ajá..!, en qué andas, cómo te va…