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lunes, 30 de junio de 2014

Andanza por nuestro idioma 136



Andanza por nuestro idioma            136

     El escritor vienés y mundial Stefan Zweig escribió Américo Vespucio Historia de una inmortalidad a la que América debe su nombre… Y de este libro voy a entresacar partes del Capítulo IV Un mundo recibe un nombre…, y son las que para ustedes transcribo

     "No debe reprocharse falta de conocimientos geográficos quien ignore el nombre de la pequeña ciudad de Saint-Dié; los eruditos mismos tardaron más de dos siglos en averiguar dónde estaba situado aquel Santi Deodati oppidum, que contribuyó de modo tan decisivo a que el Nuevo Mundo recibiera el nombre de América... Por una extraña casualidad –la Historia se complace en el juego de las analogías de poca importancia-, se había dado a luz en esta pequeña ciudad un libro que ejerció una gran influencia en el descubrimiento de América: fue en ella donde el obispo d’Ailly compuso su obra titulada Imago Mundi, que, junto con la carta de Toscanelli, determinó a Colón a buscar el camino de las Indias por Occidente… No se puede, pues, negar cierta relación precolombiana entre América y Saint-Dié… Unos humanistas fundan en el pequeño pueblo de Saint-Dié una especie de colegio, llamado Gimnasium Vosgianum, que tiene por finalidad enseñar las ciencias por medio de la impresión de libros valiosos. En esta academia en miniatura se reúnen legos y eclesiásticos para cooperar en la obra cultural; pero es poco probable que jamás se hubiera tenido noticia de sus discusiones eruditas si un impresor llamado Gauthier Lud no se hubiera resuelto a instalar allí –hacia 1507- una prensa para imprimir libros.
     Libreros, eruditos, príncipes y comerciantes ven aparecer, en la Feria del Libro realizada el 25 de abril de 1507, un libro, de cincuenta y dos hojas, titulado COSMOGRAPHIAE INTRODUCTIO. (Introducción a la Cosmografía. Con los principios de geometría y de astronomía necesarios para ella. Además, los cuatro viajes de Américo Vespucio, así como una descripción (mapa) del cosmos, tanto en forma plana como en la de globo, de todas las partes ignoradas por Ptolomeo y que han sido descubiertas hace poco tiempo).
     Con esta publicación hecha en Saint-Dié, el nombre de Américo Vespucio ha sido exaltado en gran manera, aunque todavía no llega al pináculo de la gloria. En Cosmographiae introductio no se menciona ya el nombre de Colón, circunstancia debida, tal vez, a la ignorancia de los humanistas de los Vosgos. Porque de esta suerte toda la gloria, todo el mérito del descubrimiento se concentran, clara e intensamente, en Vespucio, y solo en él. Y de repente, en el séptimo capítulo, surge por primera vez la propuesta que habrá de ser determinante para los siglos venideros. Al referirse a la cuarta parte del mundo, quarta orbis pars, Waldseeemüller añade, a modo de insinuación personal, quam quia Americus iuvenil Amerigen quasi Americi terram, sive Americam nuncupare licet, porque la descubrió Américo, podríamos llamar en adelante tierra de Américo o América.
     Estas tres líneas son de hecho la fe de bautismo de América. Si el 12 de octubre de 1492, día en que Colón divisa desde la cubierta de la Santa María el brillo de la costa de Guanahaní, es considerado con razón como día de nacimiento del nuevo continente, el 25 de abril de 1507, día en que la Cosmographiae introductio sale de las prensas, debe ser designado como día de su bautismo. Waldseemüller dedica a su proposición un aparte entero… Y puesto que tanto Europa como Asia han recibido nombres de mujeres, no veo qué se puede objetar a que la nueva tierra lleve el nombre del hombre sagaz que la descubrió, aplicándosele, por consiguiente, el de Amerige, tierra de Américo o América…
     Al mismo tiempo, Waldseemüller hace imprimir la palabra América al margen del aparte y la registra además, en el mapa que va adjunto a la obra. A partir de aquella hora, América se llama América, y así ha de llamarse por los siglos de los siglos.
     América comienza y termina con la vocal más sonora del lenguaje humano, entremezclando armoniosamente a las demás. Es palabra a propósito para la exclamación entusiasta, clara para retener en la memoria; palabra enjundiosa, henchida y que cuadra a un país joven, a un pueblo fuerte, de altas miras; el pequeño geógrafo creó con su desacierto histórico, algo muy significativo al designar el mundo que surgía de entre las tinieblas, con esta palabra hermana de Asia, Europa y África.
     Dos palabras, Mundus Novus, dan celebridad a un hombre, tres líneas de un geógrafo nada famoso le hacen inmortal…"