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domingo, 1 de junio de 2014

Andanza por nuestro idioma 84



Andanza por nuestro idioma           84

     En la calle es muy común encontrar algún perro, de la voz perr, con que los pastores arrean o azuzan a los perros y ovejas… Hoy me fui a hacer mi caminata de setenta minutos en la tarde, y cuando había andado unos doscientos metros, estaba un perro suelto en la acera, quiso acercárseme, pero me paré y con fuerte voz hice que desistiera de acercárseme; más adelante me conseguí con Aquino, nos emparejamos a caminar y cuando nos separamos, yo seguí solo mi regreso, y frente al liceo Humboldt venían dos perros, uno se agachó a orinar, abrió las patas traseras y orinó sobre la acera, y el otro lamió los meados, después este hizo lo mismo, orinó y el otro lamió los meados, yo no hice asco, solo miré y me sonreí sorprendido…
     Hay situaciones que por imprevistas nos sorprenden, seguí caminando y más adelante, iba una señora con un perro, lo llevaba con una cadena, pero de pronto el perro dio un tirón y se soltó de la mano de su dueña, y el condenado perro empezó a correr detrás de un hombre, y la dueña le decía ¡Déjalo sin bolas..!, y el hombre superó el récord de los cien metros planos, y saltó sobre una cerca no muy alta de una casa, y jadeante miraba al perro, ahí la dueña llegó hasta donde estaba el perro, y lo sujetó con más fuerza, y lo regañaba como si se tratara de un ser racional, el perro bajó las orejas, entrecerró los ojos y se echó en la acera, yo me acerqué a la señora, y le pregunté ¿Usted por qué le decía al perro que dejara a ese señor sin bolas..?, o ¿es que  acaso ese hombre es enemigo suyo?, y ella me dijo No, lo que pasa es que a este perro lo mandé a capar, y a partir de ese momento lo empecé a llamar sin bolas, ese es el nombre de él, pero cuando me di cuenta de que el señor creía que yo le estaba dando esa orden al perro, dejé de llamarlo, y ya no sabía, si sentarme a llorar o a reír…
     Yo en esta tarde de perros tuve mis miedos, pero después que la señora me contó acerca de la capada del perro, me llegué hasta el carro, me vine manejando hasta la casa y todavía cada vez que me acuerdo, no puedo aguantar la risa…