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domingo, 27 de julio de 2014

Andanza por nuestro idioma 156



Andanza por nuestro idioma      156

     No sé cuándo empecé a dejarme guiar por la alegría, recuerdo que andar con mi papá me alegraba bastante, si caminábamos o si andábamos en curiara; y me conversaba todo el tiempo, me aconsejaba, me contaba cuentos, leyendas y de sus vivencias, y me explicaba las moralejas de justicia, amor y honradez…, y me alegré tanto de cuando empecé a ir a la escuela, y me inicié en el gusto por aprender al lado de las muchachas y de los compañeros con que jugaba, y con ellos fui descubriendo y aprendiendo, aprendí a leer y a escribir, aprendí a bailar para estar junto a las muchachas bonitas, no me decían feo ni me decían pobre, me buscaban para aprender junto a mí, y se reían bastante de las cosas que les contaba…, y aprendí a nadar y cuánto me alegró, y todavía recuerdo cuando fui a Cata con mi papá, y allá hice conversación con una muchacha que no sabía nadar, y era muy bonita y se dejó llevar por mí, para que la sostuviera en mis brazos, mientras ella braceaba y pateaba, todavía recuerdo que era tan risueña, y sencilla y muy linda…
     Ahora busco ir sumando momentos de alegría, como ayer en la tarde cuando vinieron una de mis hermanas y una de mis sobrinas, saben de mi convalecencia y vinieron de visita con pan de leche, leche en polvo, queso blanco de cincho y chocolate, la ocasión fue propicia también porque Luigi, hijo de mi sobrina hizo en la mañana la Confirmación, y al rato mi mujer María nos trajo a la mesa la jarra de chocolate, el pan y el queso, y Fabio ayudó, y también estaban Ilisabel, una de mis hijas, y Andreína, hija de una de mis sobrinas, y Ángel, hijo de uno de mis sobrinos, y comíamos y hablábamos de las peripecias que hacemos para conseguir leche, mantequilla, harina de maíz y de trigo, aceite de cocina, azúcar y otras cosas más; comentamos que desde hacía cuatro meses no teníamos leche en polvo en la casa, y también nos pasa igual con el aceite de cocina…
     Visita, del latín visita; y les dije que para un enfermo o convaleciente una de las mejores medicinas es la visita de los familiares, de los amigos, y de los allegados, conocidos y vecinos; y sí, compartimos y me dieron alegría, y nos dimos alegría, porque al rato llegó Wistrimiro, uno de mis hermanos; y fue pasando el tiempo, mientras seguíamos conversando sentados en el porche de la casa, y mirábamos las matas, y decíamos de lo bonitas que están, gracias a las lluvias, y casi cayendo la noche se despidieron y nos despedimos después de haber pasado un buen rato de meriendacena, de conversa y en alegría…