Andanza por nuestro idioma 156
No sé cuándo empecé a dejarme guiar por la
alegría, recuerdo que andar con mi papá me alegraba bastante, si caminábamos o
si andábamos en curiara; y me conversaba todo el tiempo, me aconsejaba, me
contaba cuentos, leyendas y de sus vivencias, y me explicaba las moralejas de
justicia, amor y honradez…, y me alegré tanto de cuando empecé a ir a la
escuela, y me inicié en el gusto por aprender al lado de las muchachas y de los
compañeros con que jugaba, y con ellos fui descubriendo y aprendiendo, aprendí
a leer y a escribir, aprendí a bailar para estar junto a las muchachas bonitas,
no me decían feo ni me decían pobre, me buscaban para aprender junto a mí, y se
reían bastante de las cosas que les contaba…, y aprendí a nadar y cuánto me
alegró, y todavía recuerdo cuando fui a Cata con mi papá, y allá hice
conversación con una muchacha que no sabía nadar, y era muy bonita y se dejó
llevar por mí, para que la sostuviera en mis brazos, mientras ella braceaba y
pateaba, todavía recuerdo que era tan risueña, y sencilla y muy linda…
Ahora busco ir sumando momentos de
alegría, como ayer en la tarde cuando vinieron una de mis hermanas y una de mis
sobrinas, saben de mi convalecencia y vinieron de visita con pan de leche,
leche en polvo, queso blanco de cincho y chocolate, la ocasión fue propicia
también porque Luigi, hijo de mi sobrina hizo en la mañana la Confirmación, y
al rato mi mujer María nos trajo a la mesa la jarra de chocolate, el pan y el
queso, y Fabio ayudó, y también estaban Ilisabel, una de mis hijas, y Andreína,
hija de una de mis sobrinas, y Ángel, hijo de uno de mis sobrinos, y comíamos y
hablábamos de las peripecias que hacemos para conseguir leche, mantequilla,
harina de maíz y de trigo, aceite de cocina, azúcar y otras cosas más;
comentamos que desde hacía cuatro meses no teníamos leche en polvo en la casa,
y también nos pasa igual con el aceite de cocina…
Visita, del latín visita; y les dije que para un enfermo o convaleciente una de las
mejores medicinas es la visita de los familiares, de los amigos, y de los
allegados, conocidos y vecinos; y sí, compartimos y me dieron alegría, y nos
dimos alegría, porque al rato llegó Wistrimiro, uno de mis hermanos; y fue
pasando el tiempo, mientras seguíamos conversando sentados en el porche de la
casa, y mirábamos las matas, y decíamos de lo bonitas que están, gracias a las
lluvias, y casi cayendo la noche se despidieron y nos despedimos después de
haber pasado un buen rato de meriendacena, de conversa y en alegría…