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miércoles, 28 de mayo de 2014

Andanza por nuestro idioma 74



Andanza por nuestro idioma           74
   

     A mí me criaron Tomás Morillo y María Catalina de Morillo, mis abuelos maternos, yo les decía papá y mamá… Cuando yo era muchacho como hasta los doce años, anduve con mi papá, caminábamos y hasta mis ocho años también anduvimos en canoa, agua arriba y agua abajo por el Apure… Cuando caminábamos hacia el Tamarindo, pasábamos por una heladería, entrábamos y él pedía dos posicles, yo pedía una barquilla de chocolate y mantecado, porque eran y siguen siendo mis sabores preferidos, él lo pedía de dos tonos, dos sabores… Cada mañana salíamos de nuestra casa en El Picacho, a orillas del Apure, para ir a comprar el pregonero, el periódico; y cuando andábamos en la canoa, él canaleteaba y yo palanqueaba… Y cuando él miraba a un vendedor de helados,  pedía dos comodoros, raspados o cepillados de colita, a nosotros nos gustaba el de colita, y también el de tamarindo… Como yo era el muchacho de la casa, él me decía mi bordón, para significar que yo era el pequeño y el consentido… Siempre él andaba con la idea de ir a tumbar una roza, que consiste en limpiar un pedazo de tierra, prepararlo y sembrar maíz, frijol o caraota, él me llevó a tumbar una, limpió varias tareas con machete, pero después no volvimos más… En algún momento tuvo un trapiche, y siempre me contaba de esas faenas, y soñaba con volver a tener otro… Él también tocaba arpa, en mis tiempos de muchacho yo no le prestaba mucha atención, pero ahora disfruto escuchar música de arpa, y me acuerdo de mi papá…Allá en El Picacho lo miré matando tortugas en el patio de la casa, trabajando carpintería y labores de ribera, para hacer y reparar canoas, bongos o chalanas, frente a la casa, desde el barranco pescaba con anzuelo, y mientras tanto yo me distraía mirando el surgir y zambullir de las toninas, mi papá me decía que las toninas tenían tetas como las de una mujer, y que también lloraban, eso no lo sé, lo que sí sé es que todavía cuando voy a Apure, me gusta esperar el surgir y zambullir de las toninas, y cuando eso sucede me acuerdo de mis tiempos de muchacho, pero sin nostalgia, y disfruto ese momento para guardarlo en el lugar de mis instantes más gratos… En tiempos de Semana Santa me invitaba para que fuéramos al monte, y ahí buscaba el árbol de buena madera zumbadora, para con ella hacerme los trompos, él me enseñó a bailarlos y a agarrarlos bailando en la mano; a mi papá le gustaba bastante jugar caída, y cómo disfrutaba, y cuando estaba contando las cartas, y nosotros hablábamos, nos mandaba a callar, porque lo hacíamos encalamocar; en el Diccionario de Venezolanismos, editado por la Academia Venezolana de la Lengua y la Universidad Central de Venezuela, 1983, en Caracas, encontramos encalamocarse, encalamucarse, con la idea de confundirse, desorientarse, desatinar en lo que se dice o hace…