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lunes, 12 de mayo de 2014

Andanza por nuestro idioma 30



Andanza por nuestro idioma           30

     En la avenida 23 de Enero podemos apreciar la escultura de un atleta, y paramos un momento la marcha, porque entre las cosas que conversamos frente a la escultura, esta nos hizo recordar a Atlante o Atlas, palabra griega Atlas, los latinos la adoptaron Atlas, y según el mito griego, Atlas enfrentó a los dioses del Olimpo encabezando a los Titanes, y como estos fueron derrotados, Atlas fue condenado a llevar eternamente sobre sus hombros todo el peso del mundo; solo una vez Heracles lo ayudó por poco tiempo, cuando fue al jardín de las Hespérides, en busca de las manzanas de oro… Atlas terminó petrificado en cordillera, cuando Perseo le mostró la cabeza de Medusa; en el noroeste de África se ubica y nombra la cordillera Atlas; y en nuestra anatomía es la primera de las vértebras cervicales, que sostiene la cabeza…
     Una de las cosas que me gusta es mirar y pasearme por algún atlas, me sorprende que en un mapa de pequeñas dimensiones se represente vastas extensiones de tierra, la escala del mapa nos indica cuánto simboliza un centímetro, hago la abstracción y así me dejo llevar por los diferentes espacios, bien sea el mapa del Municipio Miranda, capital Villa de los Santos de Calabozo, el mapa de Guárico, de Venezuela, de América Latina, el mapa de América, o el Mapamundi, mojo mis pies en alguno de tantos ríos o mares, me siento en alguna plaza de cualquiera de esos pueblos o ciudades, elevo plegarias por la paz en pequeñas capillas o iglesias majestuosas, escalo montañas, me distraigo mirando los humos de algún volcán o fumarola, me pasa con los mapas y los atlas igual que con las enciclopedias, casi siempre los abro al azar y me leo todo lo referido en la página, o también voy directamente a buscar la información requerida, asimismo hago en la consulta a los diccionarios, y también con tantos libros que he revisado a lo largo de mis curiosidades por conocer; y ahora recuerdo que mis hijos en San Cristóbal tenían de mascota a una dálmata de nombre Atlanta, cuando murió, me dijo mi hijo Adelfo Antonio que fue con la mamá, Ilva, a enterrar a la dálmata, y eligieron un lugar amplio de bastante vegetación, al lado de una laguna y al pie de una montaña verdiazul, y que la tarde estaba entre neblinas parameras…