Andanza por nuestro idioma
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No olvido cuando vivimos un tiempo en Palo
Seco, aquellas mañanas en que mi mamá asaba arepas de maíz en el budare de
arcilla sobre las topias del fogón de leña, y en la cocina a gas cocinaba cacao
y tostaba ajonjolí, cómo voy a olvidar aquellos desayunos con arepas, ajonjolí
y chocolate, y esos olores y sabores revueltos, mi papá, mi mamá y yo sentados,
y mientras desayunábamos, hablábamos y mirábamos ese gran pedazo de sabana,
donde estaba enclavada la casa que estábamos cuidando, yo estudiaba quinto año
de bachillerato, me iba a Calabozo cada domingo en la tarde, y regresaba los
viernes a ese sitio de bachacos, brisotes y de murciélagos en la noche,
dormíamos en chinchorros con mosquiteros, y se olía el hedor a suciedad de
murciélagos, y acostados escuchábamos el zumbido del aletear de tan inmundos
animales…
Chocolate es palabra mexicana, chocolatl, de choco, y latl, agua; tampoco olvido cuando
viajamos a Mérida en nuestro carro, y en un sitio comenzando la sierra nevada
detuve la marcha, nos bajamos, hacía buena brisa paramera, bajaba la neblina y
se sentía el grato frío de montaña, entramos a un parador de carretera, adentro
estaba cálido el ambiente, solicitamos unas arepas de trigo con cuajada y tres tazas
de chocolate caliente, mi mujer María y mi hijo Fabio se sentaron adentro a
disfrutar de dichos alimentos, yo me fui con la arepa rellena y la taza de
chocolate fuera de la mini posada, me senté en el quicio saliente de una de las
paredes, miraba los variados colores del paisaje, cómo se batía la neblina con
la brisa, y sentía cómo me arropaba el suave friíto paramero, mordía y
masticaba y sorbía el delicioso chocolate, y aun el momento me regaló el hecho
de que llegó un arriero con una vaca y un becerro, porque ahí mismo al lado del
parador estaba un sitio de pastoreo, la vaca se paró a pastar, el becerro le
buscaba las ubres, y el olor mezclado de estiércol, pastura, verdura con
neblina y brisa de páramo y frailejón…