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lunes, 15 de agosto de 2016

Auge y caída del café


Auge y caída del café                     Eloi Yagüe Jarque

       Hace 120 años Venezuela llegó a ser la primera potencia cafetalera mundial. La historia del país se mezcla en buena parte con la historia de esta planta aromática de origen etíope. El primer cafeto llegó a Venezuela, y sembrado por misiones españolas asentadas en la cuenca del río Caroní en 1730, traído desde Brasil, a donde había llegado a su vez desde Surinam o Cayena. Allí lo recibieron, asimismo, de Martinica y Guadalupe.
       En Chacao, en las cercanías de la población de Caracas, se levantaron en 1784 las primeras plantaciones cafetaleras en la hacienda Blandín, gracias al esfuerzo de Bartolomé Blandín, o Blandaín. Más tarde esa experiencia fue secundada por los presbíteros Sojo y Mohedano, en las haciendas de San Felipe Neri, y La Floresta. La primera taza de café en el valle de Caracas fue tomada en 1786, hace 230 años. El cultivo del café se extendió a los valles de Aragua a partir de 1784, pasando luego a las provincias de Carabobo y Barcelona. En 1776 se observaron cultivos en Cumaná y Río Caribe. Hacia 1780 el cultivo se difundió en tierras andinas: en Mérida, donde a pesar de una temprana introducción, probablemente antes de 1777, comenzaron a fundarse plantaciones después de la guerra de independencia.
       En Táchira, Gervasio Rubio lo introdujo en 1794 a la hacienda La Yegüera, en las inmediaciones de la población que más tarde, en 1885, sería llamada Rubio; en Trujillo, probablemente introducido por Francisco de Labastida en 1801, y siguiendo por los Andes tachirenses, el cafeto continuó su viaje hasta Colombia, penetrando por Cúcuta y Salvador de las Palmas. Hacia 1809, según José Domingo Rus en su descripción geográfica de la provincia de Maracaibo, en Mérida abundaba el café, en Táchira se daba mucho, y en Truijillo ya había algún café.
       Poco a poco el café fue desplazando al cacao como el principal rubro de exportación de la economía venezolana que había reinado casi solitario en la escena económica nacional entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, declina visiblemente en su predominio desde principios del XX.
       Desde inicios del siglo XIX el consumo mundial de café se había incrementado rápidamente, especialmente en Estados Unidos, Alemania y Francia. Hacia 1830, la sustitución del cacao por el café ya es un hecho. Así como Carúpano fue el principal puerto de exportación de cacao en Venezuela, el puerto de Maracaibo se convierte en la salida natural de las exportaciones cafetaleras de la región andina y del departamento colombiano de Norte de Santander.
       Hasta 1895 Venezuela ocupa el tercer lugar entre los mayores productores mundiales de café, tras Brasil y las Antillas holandesas. Entonces, el país producía entre 6,5 y 6,7 por ciento de la producción mundial, y entre 15 y 16 por ciento del total mundial de los cafés suaves. Al año siguiente, en 1896, Venezuela se convirtió en el segundo productor mundial y en el primero entre los grandes productores mundiales de cafés suaves.
       Hasta la I Guerra Mundial (1914-1918) subsistió la estructura económica heredada del siglo XIX, con el predominio de un régimen de monocultivo agroproductor, liderado por el café. Pero la situación, en el fondo, había cambiado: los precios internacionales del café conocían una acentuada caída desde 1898 como resultado de la sobreproducción brasileña, eliminando de la competencia en los mercados internacionales a la producción venezolana.

       En 1919 se alcanzó el punto culminante en la exportación de café, cuando esta superó las 82 mil toneladas. Después vino el descenso en caída libre: en 1920 descendió al tercer lugar, en 1925 al cuarto, en 1931 al quinto, en 1932 al sexto, en 1933 al octavo. A partir de allí la caficultura experimentó alzas y bajas en la producción, por la incidencia de las dos guerras mundiales, la aparición del petróleo, la Gran Depresión, la sobreproducción cafetalera del Brasil y la desacertada política agrícola oficial venezolana.                         

viernes, 11 de marzo de 2016

¿Alguna vez nos hemos preguntado?


¿Alguna vez nos hemos preguntado?

¿Hemos visto el rostro de Dios?
Si respondimos que no, entonces

*No lo hemos contemplado en un amanecer o en un atardecer…

*No lo hemos visto, cuando miramos el rostro o la sonrisa de un niño…

*No lo hemos mirado reflejado en el rocío de una rosa…


¿Hemos sentido a Dios?

Si respondimos que no, entonces

*No lo hemos sentido, cuando tenemos frío y los rayos del sol entibian

 nuestros huesos…

*No lo hemos sentido, cuando el viento se abraza a nuestro cuerpo…

*No lo hemos sentido, cuando el agua refresca nuestra sed…

*No lo hemos sentido, cuando un amigo nos abraza en nuestra soledad…

*No lo hemos sentido, cuando nuestro corazón se complace en dar, que es

 la mejor forma de recibir…


¿Hemos percibido a Dios?

Si respondimos que no, entonces

*No lo hemos percibido, cuando las rosas esparcen su fragancia…

*No lo hemos percibido, cuando el olor del mar nos llega con el aire al

 caminar en el atardecer…

*No lo hemos percibido, cuando volvemos a despertar y respiramos…


¿Hemos oído llorar a Dios?

Si respondimos que no, entonces

*No lo hemos escuchado, cuando un niño es agredido o abandonado…

*No lo hemos escuchado, cuando lo olvidamos y le damos la espalda…

*No lo hemos escuchado, cuando vivimos para el mundo y no para el cielo

 y reino de Él…

*No lo hemos escuchado, cuando no lo amamos…

*No lo hemos escuchado, cuando acudimos a Él por nuestros problemas o

 por enfermedad…

*No lo escuchamos, cuando tomamos malas decisiones, y a Él culpamos

 por las consecuencias…

*No lo escuchamos, cuando triunfamos y no creemos que fue Él quien lo

 hizo posible…


¿Hemos visto los ojos de Dios?
  
Si respondimos que no, entonces

*No lo hemos mirado en la inmensidad de un cielo estrellado…

*No lo hemos mirado en la inocencia de un niño…


¿Hemos escuchado la voz de Dios?

Si respondimos que no, entonces

*No hemos querido escuchar nuestra conciencia y nos resistimos a

 reconocer nuestras culpas…


¿En dónde miramos la creatividad de Dios?

*En el amor y en la belleza de cada nueva vida…